Dentro de los numerosos tesoros históricos que posee España se encuentra Mérida, conocida en las últimas décadas por su festival de teatro, pero no valorada como se merece como destino turístico, sobre todo si se tiene en cuenta su gran patrimonio histórico y artístico. Por algo se le conoce como “la pequeña Roma”, aunque nada que ver con “Roma la chica” como también se denomina a Salamanca. Pero centrémonos en la ciudad extremeña enumerando, muy brevemente, aquellos puntos más interesantes que podremos visitar en dos jornadas. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, posiblemente sea la ciudad de España que mejor conserva los restos de su época romana y con muy poco que envidiar a otras localidades que tuvieron incluso mayor relevancia en la misma etapa.

Nada mejor que empezar visitando el Museo nacional de arte romano construido en 1986 por Rafael Moneo, donde se expone la arquitectura de la época y muestras de arte romano y visigodo encontradas en investigaciones arqueológicas. Su mayor reclamo es el arco de medio punto que está dentro del propio museo.

A pocos pasos tendremos la parada más importante, el impactante anfiteatro romano, un edificio declarado patrimonio de la Unesco en el que se realizaban las luchas entre gladiadores.
Caminando hasta la calle Sagasta nos encontraremos con el Templo de Diana con todas sus columnas en casi perfectas condiciones, siendo la única construcción religiosa que se conserva de esa época en Mérida, y además puede apreciarse desde cualquier perspectiva. En la parte posterior se puede visitar una estructura más moderna adosada a las espaldas del templo, un palacio que sirvió de vivienda al Conde de Corbos.

Para llegar al siguiente monumento es imprescindible pasar por el gran puente romano, icono de Mérida, con unas vistas espectaculares. Es el más largo de la antigüedad con 755 metros, y aunque se ha restaurado en varias ocasiones, aún conserva partes originales. La basílica de Santa Eulalia y sus catacumbas es también de visita obligada, además del acueducto de San Lázaro y, como no, el circo romano, del cual todavía quedan restos y puede apreciarse en su extensión. Finalmente es recomendable visitar la casa de Mitreo, una mansión romana bastante bien conservada en la que se conservan los salones, baños, y habitaciones de la época, así como algunos objetos de la época, pinturas y murales.

 

Un Teatro para más de seis mil espectadores

El Teatro de Mérida se construyó bajo el patrocinio de Agripa, yerno de Augusto, a caballo entre los años 16 y 15 a.C., cuando la Colonia fue promovida como capital provincial de la Lusitania. Al igual que el edificio contiguo del Anfiteatro, el Teatro se edificó parcialmente en la ladera de un cerro, lo que abarató los costes. El resto se erigió en obra de hormigón forrada de sillares.

Aunque los romanos no eran muy aficionados al teatro, una ciudad de prestigio no podía dejar de contar con un edificio para los juegos escénicos. El de Augusta Emerita fue especialmente generoso en su cabida: unos seis mil espectadores. Éstos se distribuían de abajo a arriba según su rango social. La escena se cierra con un muro de treinta metros de altura, el frons scaenae, estructurado en dos cuerpos de columnas entre la cuales podemos ver estatuas de emperadores divinizados y de dioses.

En el frente escénico se encuentran tres vanos por los que accedían los actores al escenario. El central, la valva regia, remata en dintel sobre el que se asienta la estatua sedente de la diosa Ceres.