Francisco Javier Morales / Hervás
Doctor en Historia

El clima de violencia alcanzó su cénit a comienzos de julio de 1936 y tuvo su expresión más trágica en nuestra provincia en Miguelturra, donde el 5 de julio dos militantes de extrema derecha realizaron varios disparos en el casino, hiriendo a dos simpatizantes de partidos de izquierda. La represalia no se hizo esperar y a las pocas horas murió por heridas de arma blanca un falangista. Por otra parte, durante su huida hacia la capital, los que habían iniciado el enfrentamiento en el casino dispararon a sus perseguidores, ocasionando la muerte de un militante socialista.

Este ambiente reflejaba lo que estaba sucediendo a nivel nacional, donde la espiral de violencia alcanzó su máxima expresión con los asesinatos del guardia de asalto y militante socialista, José Castillo, el 12 de julio y del diputado de derechas, José Calvo Sotelo, el 13 de julio. Aunque desde marzo se estaba preparando una conspiración militar, la muerte de Calvo Sotelo precipitó los acontecimientos, produciéndose el pronunciamiento militar el 17 de julio. Aunque el golpe de estado estaba protagonizado por militares, en nuestra provincia tuvo mayor peso el componente civil en el alzamiento contra la República, al no contar nuestro territorio provincial con una destacada presencia de fuerzas militares, ya que éstas se limitaban a un contingente de medio centenar, entre oficiales, suboficiales y soldados, que se encargaban de la Caja de Recluta y del Centro de Movilización y Reserva. La Guardia Civil representaba el colectivo armado más numeroso de la provincia, donde estaba organizada en 5 compañías, cuyas sedes se encontraban en la capital, Alcázar de San Juan, Valdepeñas, Daimiel y Puertollano. Además, en la capital había una compañía de Guardias de Asalto, constituida por unos noventa componentes, y en algunas poblaciones también había pequeños destacamentos de Carabineros.

Izq.: Germán Vidal Barreiro, Gobernador Civil de Ciudad Real en 1936. Dcha.: Orden de detención en agosto de 1936 (El Sayon)

Ante la escasa presencia militar en nuestra provincia, fueron principalmente miembros de la Falange los que acapararon casi todo el protagonismo del golpe de Estado contra la República. Para ir perfilando los preparativos de la sublevación, la Jefatura Nacional de Falange envió en mayo a Ciudad Real a Fernando Aguinaco, que contactó con Amadeo Mayor, que era el máximo responsable de los falangistas en nuestra provincia. Otro militante de este partido, Juan Antonio Solís, que era un empresario que tenía la concesión de varias líneas de transporte de viajeros de la provincia, fue el encargado de organizar la distribución de armamento a diversas localidades utilizando para ello los autobuses de línea que realizaban su servicio por buena parte del territorio provincial.

A las pocas horas de llegar a Ciudad Real la noticia del golpe de Estado, el gobernador civil, Germán Vidal, reunió a los representantes de todas las fuerzas políticas y sindicales que apoyaban al gobierno del Frente Popular, los cuales expresaron su clara adhesión al gobierno republicano. El gobernador militar y el máximo responsable de la Guardia Civil en la provincia también mostraron al gobernador civil su lealtad a la República, a pesar de lo cual ordenó la detención de los oficiales y la concentración de todos los componentes de la Guardia Civil en la capital, concretamente en el colegio de los Marianistas, desde donde fueron trasladados a Madrid.

De izquierda a derecha, casa de los Corcheros de la calle Calatrava esquina a Elisa Cendrero, lugar donde se desarrolló el levantamiento falangista de Ciudad Real el 19 de julio de 1936. Amadeo Mayor Macías (izquierda), jefe provincial de Falange, y su hermano Mateo. Ambos detenidos el 19 de julio de 1936 en la casa de los Corcheros. Fernando Aguinaco Blanco, primera víctima mortal de la guerra en Ciudad Real. (El Sayon)

Los primeros enfrentamientos armados en nuestra provincia se produjeron el 19 de julio en Puertollano y en la capital. En el primer caso, miembros de la familia Cabañero iniciaron un tiroteo contra milicianos que habían acudido a su casa a requisarles sus armas y el resultado final fue la destrucción casi total de la vivienda y la muerte de cuatro miembros de esta familia. En la capital, un grupo de falangistas reunido en la casa de los hermanos Mayor recibió con disparos a los milicianos que pretendían detenerlos y como consecuencia del tiroteo murió el falangista Fernando Aguinaco y el resto fueron detenidos. El enfrentamiento que tuvo consecuencias más dramáticas fue el producido el 23 de julio en Arenas de San Juan cuando el alcalde, Antonio Rincón, a pesar de ser militante de Izquierda Republicana, se puso al frente de un grupo de falangistas que se sublevaron, ocupando lugares estratégicos de la localidad, desde donde dispararon contra los milicianos que habían acudido desde diversos municipios para sofocar esta rebelión. El resultado final fue trágico con más de medio centenar de muertos: ocho milicianos y más de cuarenta entre los sublevados.