Lo más selecto del mar y la tierra en Rey Santo

Dando la bienvenida al Rey Santo en su avenida en el número 3, el bar Trini Avenida suma 28 años en su haber como bar de culto de la capital ciudadrealeña, al que los culipardos de toda la vida recuerdan en otra ubicación no muy lejos de la actual, en la calle Carlos Vázquez. Pero eso es objeto de otra historia. En la actualidad, el bar Trini es regentado por Emiliano Rincón Fernández desde 1992, junto a otro socio, Ángel Sierra Laguna, jubilado hace años. En barra, en el local y en su amplia terraza, los clientes del Trini pueden disfrutar de selectos productos, como la mojama, lo más característico del establecimiento; junto a la hueva maruga, el jamón o sus deliciosas gambas, cocidas, a la plancha o al ajillo. En la temporada de invierno, son excelentes sus ostras de Vigo. En caliente, se pueden degustar sus variadas raciones, como su exquisito cochifrito, chipirones, calamares, champiñón, ciervo… todas de muy buena relación calidad-precio, “tenemos las raciones más baratas, a 10 euros, y para beber, llevo 45 años en la hostelería y he trabajado siempre con la misma cerveza”, nos cuenta Emiliano.

En plena primavera, el Trini despliega su amplia terraza con 16 mesas en una esquina privilegiada de la capital. Abren de lunes a domingo desde las nueve y media de la mañana (los sábados y festivos a las once de la mañana) hasta la medianoche ininterrumpidamente, con turnos entre los cuatro trabajadores en plantilla: Emiliano, Ismael, Emiliano junior y Pepe. De lunes a viernes mantienen una clientela fija, más cambiante durante los fines de semana.

El Trini, como bar de tapeo por excelencia, mantiene su fidelidad a una cerveza pero también a unos vinos de la tierra aunque tampoco se cierran a ofrecer otros caldos en atención a la demanda de sus clientes y amigos.

Como colofón, cuando visite el Trini, no deje de admirar el cuadro que preside el local, de Alfredo Calatayud, pintado durante varias noches cuando se inauguró el bar. También es meritorio recordar a aquella señora que, con impoluto delantal blanco y moño en ristre, en una pequeña oquedad del exterior del local, vendía los mejores perritos calientes y palomitas para el cine Castillo. Pero eso también es objeto de otra historia.