Fidel Torres / Periodista

Yo, el maestro, hijo del franquismo y de su esposa la pobreza física y cultural, escribo estos artículos. No para cantar las alabanzas de mis logros intelectuales, porque han sido mínimos y estoy cansado de acumular sabiduría vana. No para alabar a los que mandan, sean quienes sean y estén donde estén, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo”.

-Querido Maestro (cada vez menos, esa es la verdad), esto va de mal en peor. No le sigo. De mes en mes me tiene más desconcertado. ¿Quiere explicarme, si no es mucha molestia por su parte, si no tiene en este momento algo mejor que hacer, qué significa esta rimbombante frase con la que encabeza esta página?

– Tranquilo Jordi, tranquilo. Perdón, quiero decir tranquilo Lorencito, tranquilo. Todo lo explicaré para que la luz brille en tu mente, y te ilumine como si fueses una céntrica calle (o plaza, que para el caso viene a ser lo mismo) en plena, comercial, y efusiva, Navidad.

– Pues la tardanza está ofendiendo.

– No me seas impaciente ni radical y abre las orejas para que tu cacumen capte todas las sutilezas, que son muchas, que la explicación ha de conllevar. Atiende, muchacho.

– ¡Que ya atiendo!

– Vale, no te sulfures. Es el caso que tanto tú, aquí presente, como muchos lectores, de aquí ausentes, se han mostrado extrañados y confusos (no sé si mucho o poco, pero algo) de lo que aquí se ha venido contando, sobre todo por la utilización de un lenguaje que a veces les ha parecido no sólo oscuro y críptico, sino casi surrealista hasta hacerles expresar (a algunos, no a todos, claro) frases como: ¿Esto qué quiere decir? ¿Esto a qué viene? ¡Es que no me entero de na! Y por eso, el arriba firmante, el autor o transcriptor (como lo fue Cervantes, según él mismo confiesa, de Cide Hamete Benengueli), me ha encargado que lo intente aclarar, si ello es posible.

– No sé si será posible, pero difícil lo veo un rato.

– Vamos a intentarlo, chaval.

– Dice el arriba firmante que, en primer lugar, pide disculpas por no haber sabido conectar con el lector, pero que estas cosas de la literatura las carga el diablo y suelen irse de la mano de forma que de las primeras intenciones a lo que luego sale suele haber bastante distancia. Y en segundo lugar me ha comunicado…

– ¡Ah! ¿Pero vuecencia habla con él?

– Sí, Lorencito, hablo con él. Unas veces por teléfono y otras por telepatía, según se acomode y se presente el día, haya o no niebla. La verdad es que nos comunicamos la mar de bien.

– Bueno, ya me lo podrá explicar en otra ocasión, ahora continúe con la exposición pertinente.

-Lo haré si dejas de ser impertinente tú. Continúo. La esencia de estos artículos se basa en tres puntos. Uno, la ironía. Dos el pastiche. Y tres, el guiño u homenaje, a personajes, hechos o situaciones que sirvan tanto para despertar la memoria del lector como para intrigarle y hacerle buscar las correspondientes referencias. Se trata, ni más ni menos, que de una especie de juego intelectual. Habrá quien entre en él y quien, viendo todo esto como una tontuna, tire la revista soltando un exabrupto.

– Como yo en alguna ocasión.

– Sí, lo mismo que tú en alguna ocasión. ¿Te vas enterando, o necesitas más explicaciones?

– Algo sí me entero, lo de la ironía, más o menos sé lo que es. Lo de los homenajes, casi también, pero lo de los pistachos…

– No se trata de pistachos, sino de “pastiche”, una técnica utilizada en literatura y otras artes que consiste en imitar abiertamente diversos textos, estilos, o autores, así como combinarlos de forma tal que den la impresión de ser una creación independiente. En definitiva, un juego en el cual se desafía al lector a buscar y encontrar el original (u originales) y comparar, disfrutando tanto del auténtico como de la imitación.

– Ya lo entiendo, copiar, robar ideas…

– No Lorencito, no. No se trata de plagiar, se trata de hacer algo nuevo tomando, la mayoría de las veces de forma irónica, un modelo ya famoso con el objetivo, en definitiva, de reconocer la valía del original y rendirle honores. No es algo frecuente ni todo el mundo es capaz de hacerlo.

– Y, por lo que veo, el autor, arriba firmante, está convencido de que sí sabe hacerlo.

– Eso yo no soy quien para juzgarlo. O, al menos, no me voy a manifestar en favor o en contra.

– ¿Y el encabezamiento de este artículo, qué significa y a quien pastichea? ¡Si se puede saber!

– Pues es la frase inicial (pasticheada, claro, como tú dices) de la novela Sinuhe el egipcio, de quien se habló en el anterior artículo. De igual forma en el mes de octubre se iniciaba no parodiando, sino homenajeando, a Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

– Bueno, esto ya es otra cosa. A partir de ahora estaré ojo avizor para pillar todas y cada una de las ironías, pasticherías y homenajes que aquí se viertan, tanto para ejercitar mi inteligencia como para enterarme de que va la copla.

Y ¿la próxima hablaremos del Gobierno?

– Eso, el año que viene si Dios quiere.(1)

(1) La primera frase hace referencia a la que Tip y Coll decían como cierre a su programa de humor en TVE en los años 70. La segunda a la que la revista Hermano Lobo contestaba todas las semanas a ¿cuándo desaparecerá la censura cinematográfica?

Pie de foto: Eduardo Mendoza es uno de los autores contemporáneos que mejor utiliza la técnica del pastiche en sus obras, especialmente en la primera de ellas “La verdad sobre el caso Savolta”