El amor por lo artesano, la labor callada y satisfactoria de quien crea arte con sus manos, la complicidad de generaciones transmitiendo sabiduría y saber hacer, el conocimiento de quien domina la confección del calzado y la guarnicionería, oficios de los más antiguos de la Humanidad… Uno de los pocos que quedan en Ciudad Real es Valentín Camuñas Quilón, heredero de uno de los últimos guarnicioneros de la provincia, Valentín Camuñas Barrajón, nacido en 1930 y desaparecido en 2009. Afortunadamente, otro Valentín Camuñas (Sánchez), continúa el legado familiar, contribuyendo así a mantener una tradición condenada al olvido, evitable si contara con la atención y ayudas necesarias como bien patrimonial de futuras generaciones.

En su pueblo natal, Porzuna, el primer Valentín Camuñas de esta historia aprendió el oficio de un zapatero de Piedrabuena pero también se formó en Ávila (su hijo conserva el diploma-título de un curso de cortador-patronista de 1954) confeccionando para su pueblo y alrededores (El Robledo, Los Cortijos, El Trincheto…) arreos de caballería, zahones, fundas para rifles, cananas, cinturones, carcajes para flechas, etc. En 1972, con 42 años de edad, se trasladó a Ciudad Real capital junto con su esposa, Vicenta Quilón, e hijos, montando un negocio en la calle Azucena, “en aquellos años se trabajaba para sobrevivir, seguramente llegó a cobrar sus trabajos en reales…”, cuenta su hijo. Mención aparte merece el nombre del taller: Zapatería-Guarnicionería El Rápido, “mi padre perdió un ojo y padecía cojera, y sus amigos, queriendo gastarle una broma, le colocaron en la tienda un dibujo de un tren apodado El Rápido, con paso por Ciudad Real entonces, y ese nombre ya se ha perpetuado en el negocio”.

Izq.: Valentín Camuñas Barrajón en su taller cuando era joven. Dcha.: Zapatos para la serie de televisión Tierra de Lobos.

Valentín Camuñas Quilón, casado con Mercedes Sánchez, pronto aprendió el oficio, al igual que su hermano Vicente (este mantiene una zapatería en la calle Toledo). Con 42 años de trabajo, 20 de ellos en la calle Libertad, 7, son muchas las horas dedicadas a trabajar y a coser la piel para fabricar manualmente artículos únicos y exclusivos. Recuerda que antes se hacían los zapatos a medida, “era muy laborioso, se precisaba un molde de escayola y de ahí había que pasarlo a madera, el carpintero debía hacer varios moldes en diferente horario del día, en el caso de que al cliente se le ensanchara el pie, estableciendo una media para el molde final; este zapato podría costar ahora mil euros”, observa.

Entre otros muchísimos artículos, Valentín ha realizado zapatos para la serie de televisión ‘Tierra de Lobos’, ha replicado cascos de moto de la II Guerra Mundial, ha hecho carcajes, bolsos, bandoleras, bolsas para depósito de moto, cinturones para pandorgos, sandalias de Semana Santa y, lo más anecdótico, una pata de cuero para un perro. Curioso también es que muchas de las herramientas de su padre las siguen utilizando él y su hijo, como la macheta para coser a mano, la ruleta para marcar los puntos, la chaira para cortar piezas largas… utensilios complementados por máquinas más modernas, como una fresadora, una pegadora que puedes calibrar para el pegado de suelas, etc.

Izq.: Valentín Camuñas Quilón en el negocio en la calle Libertad, 7, en 2003. (Foto: Mayte García -La Tribuna de Ciudad Real-). Dcha.: Valentín Camuñas Quilón con el título-diploma, de 1954, de su padre como patronista.

El tercer Valentín Camuñas aprendió el oficio desde pequeño y ya en 2012, con 18 años, comenzó en serio en el negocio, “lleva tiempo aprender el trabajo de zapatero, hay muchísimos materiales que manejar y no hay dos iguales; es preciso conocer a la persona y saber cómo planta el pie; poner la tapa a su medida para que esté cómodo, debes ser un buen observador y quedarte con la cara del cliente para que cuando vuelva, ‘tener la ficha hecha’”, explica Valentín Camuñas padre. Su hijo, como buen discípulo, añade: “Nunca fui buen estudiante y este oficio me ha enganchado, me permite ser creativo, trabajar con las manos y a la gente le gusta lo que hago y además, soy mi propio jefe (más o menos), es muy gratificante y placentero”. No obstante, el futuro para Valentín Camuñas III no es muy esperanzador, “lo veo negro, aunque he tenido la suerte de cara, he emprendido pero con local y oficio gratuitos, por lo que solo puedo tirar para adelante y aguantar con lo que me echen”. Su padre le sugiere la idea de hacer moldes con impresora 3D, “todo se andará, pero ahora están las cosas muy mal y no puedes permitirte hacer una gran inversión si tardas tiempo en recuperarla”, contesta el joven.

En la actualidad, la zapatería trabaja principalmente en la reparación de calzado y la copia de llaves, “tuve que diversificar el negocio cuando los trabajos de piel iban mermando, ahora tengo mucha zapatilla deportiva de 30 euros con la suela despegada”, comenta Valentín padre que, pese a todo, se considera un afortunado por la fidelidad de su clientela, “muchísima gente del barrio viene a El Rápido, incluso mujeres que se fueron fuera traen aquí sus zapatos, cuando eran jóvenes los tacones eran muy altos y ahora que tienen niños, van bajando”, bromea. Recuerda que los mejores años del negocio fueron los que precedieron a la crisis de 2008, “había un mayor poder adquisitivo y la gente se podía permitir gastarse 50 o 100 euros en unos zapatos de piel, ahora hay mucho plástico, les echas pegamento y sale hasta humo”. En materia de artículos de piel ahora trabajan bajo pedido, “se ha puesto carísimo el material, me han traído pieles hasta de Afganistán; el problema es que las de cromo contaminan y ahora se tira más hacia la piel vegetal, menos contaminante”, apostilla el padre.

Varios de los artículos de cuero fabricados por esta empresa familiar.

La complicidad entre los ‘valentines’ es palpable cuando culminan la conversación con una sentencia, heredada del abuelo, Valentín I: “Si el alumno no supera al maestro (dice el hijo), ni es bueno el alumno ni es bueno el maestro”, concluye el padre. Mucha suerte y a seguir trabajando y manteniendo este entrañable oficio.

Texto: Oliva Carretero Ruiz
Fotos: Ayer&hoy, cedidas por El Rápido