Gerardo Melgar Viciosa / Obispo prior de Ciudad Real

Queridos hermanos, amigos, y diocesanos todos, de Ciudad Real. Un año más estamos en Semana Santa. Una Semana Santa que en años anteriores no hemos podido celebrar como nos hubiera gustado a todos. En el año 2020 no pudimos celebrarla en las iglesias, porque la pandemia del coronavirus nos hizo cerrarlas. El año 2021 pudimos hacerlo en las iglesias con mucha prevención de distancias, mascarillas y aforos limitados para no contagiarnos, pero no pudimos manifestar en el exterior nuestra fe con nuestras tradicionales procesiones, porque no estaban permitidas las aglomeraciones.

Sentíamos que nos faltaba algo muy importante que ayudaba mucho a vivir nuestra fe en Cristo muerto y resucitado, añorábamos poder celebrar la Semana Santa con todos sus ingredientes y con todo el contenido creyente y teológico con el que expresamos y vivimos nuestra fe tanto interior como exteriormente.

Por fin, este año vamos a poder celebrar esta semana grande de los cristianos sin que nos falte nada de todo aquello que ayuda a vivir y manifestar nuestra fe en Cristo muerto y resucitado.
En la Semana Santa celebramos los misterios más importantes de la redención de los hombres llevada a cabo por Cristo a través de su pasión, muerte y resurrección.

Nuestra vivencia de la fe en el tiempo de cuaresma seguro que ha sido para todos más intensa. Nos hemos esforzado en vivir en nuestra vida la llamada a la conversión que se nos hace desde la Palabra de Dios en la cuaresma. Hemos puesto medios para restañar los puentes rotos con Dios y con los hermanos a causa del pecado acercándonos a recibir el perdón de Dios en el sacramento del perdón. Y nos hemos preparado para la celebración de la muerte y la resurrección del Señor, la Pascua, acontecimiento al que está orientado y en el que encuentra sentido el tiempo de cuaresma.

Esta intensidad y este esfuerzo de la cuaresma debemos seguir haciéndolos, e incluso con más fuerza, en la celebración de la Semana Santa, en la que celebramos los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor, es decir, la pascua del Señor.

La Semana Santa es esa semana en la que se condensa la celebración del misterio pascual, litúrgica y sacramentalmente en las diversas celebraciones litúrgicas en los templos y, de una manera figurativa y plástica, en las calles y plazas con nuestras procesiones. Ambas formas de celebrar la Semana Santa no pueden ir separadas como que fueran dos semanas santas distintas: una la que se celebra en las iglesias y otra la que se ve en las calles. La primera se refuerza y se expresa en la segunda, en las calles, y esta tiene pleno sentido cuando se ha participado en las celebraciones en las iglesias.

Por eso, desde aquí, animo a todos los cristianos, y especialmente a todos los cofrades, que con tanta devoción sacan sus imágenes a la calle y que quieren ser el testimonio público y vivo de fe en Cristo muerto y resucitado, a que también participen en las celebraciones que es realmente donde celebramos los misterios de la muerte y la resurrección de Cristo. Desde esta participación es desde donde adquiere pleno sentido la manifestación pública de la fe en la calle con nuestras procesiones.

Una vivencia auténtica de la Semana Santa pide una correcta armonización entre las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad específica. El amor y el cuidado de las manifestaciones de piedad que tradicionalmente han sido y son estimadas por el pueblo, deben llevar a valorar las acciones litúrgicas como en las que encuentran verdadero sentido y significado las manifestaciones de religiosidad popular.

¡Feliz Semana Santa y feliz pascua de resurrección para todos!.