Según cuenta la tradición, el nombre de “Luna de Miel” procede de las viejas costumbres nórdicas del siglo XVI, en las que los recién casados solían beber dulce hidromiel durante la primera luna llena próxima a la ceremonia nupcial. Otro significado de la luna de miel se remonta a hace 3.500 años, en Babilonia. En aquella época el padre de la novia debía regalar al novio cerveza de miel durante una luna o un mes para desearle suerte y fertilidad. Por otro lado, en la Antigua Roma, la madre de la novia tenía que dejar una vasija con miel en el dormitorio donde iban a dormir los novios en su noche de bodas. Los teutones, antiguo pueblo que vivía en la actual Alemania, celebraban sus bodas sólo bajo la luna llena bebiendo licor de miel. El inicio de la luna de miel moderna se remonta a la Inglaterra burguesa del siglo XIX. En aquella época los novios aprovechaban el viaje para visitar a familiares lejanos, al mismo tiempo que comenzaban solos su vida conyugal. Esta moda se extendió con rapidez a otros países de Europa y en el siglo XX se popularizó definitivamente al resto del mundo. La Iglesia católica también aceptó esta costumbre, ya que por tradición la miel era el símbolo del casamiento por tratarse de un alimento que se vuelve mucho más dulce a medida que transcurre el tiempo. Una metáfora perfecta del ideal de matrimonio cristiano.