Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

Tras la victoria de Roma frente a los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica, todo el territorio de la Península Ibérica quedaba a disposición de los romanos, que no dudaron en proceder a su conquista total, en un proceso que duró casi 200 años. De forma paralela a la incorporación de los territorios peninsulares, Roma inició la explotación económica de sus principales riquezas, entre las que destacaban los recursos mineros. Una de las zonas que resultaron más atractivas para el desarrollo de la minería fue Sierra Morena, en un territorio que previamente había sido controlado por poblaciones íberas, concretamente los oretanos. Las minas eran públicas, es decir, pertenecían al Estado romano, pero su explotación podía ser concedida a compañías como la “Sociedad Sisaponense”, que aparece citada en obras de autores como Cicerón y Plinio, cuya principal actividad se centraba en la extracción y comercialización de galena argentífera y cinabrio del entorno de la comarca de Almadén y del Valle de Alcudia, donde se localizaba la importante ciudad de Sisapo (La Bienvenida, Almodóvar del Campo).

La gestión de estas compañías estaba en manos de personas libres, pero, en ocasiones, también participaban en su administración algunos libertos (antiguos esclavos liberados), que, en algunos casos, llegarían a alcanzar un notable estatus social. Este sería el caso de un antiguo liberto que participó en la gestión de la Sociedad Sisaponense, que recibiría el “apellido” Argentarius, el cual evidencia su vínculo con actividades asociadas a la explotación y comercialización de plata. A esta familia, que experimentó un destacado ascenso social, probablemente hasta llegar a pertenecer a la clase ecuestre, pertenecería una bella mujer con notables inquietudes intelectuales, Pola Argentaria, que habría nacido a mediados del siglo I d.C. en un lugar próximo a Córdoba.

El padre de Pola Argentaria, Pollius Argentarius, ya habría alcanzado una elevada posición económica, lo que le posibilitó relacionarse con notables familias originarias de Córdoba, como los Anneo, a la que pertenecería el famoso filósofo, orador, escritor y político Séneca. Estas relaciones sociales facilitaron que Pola se criase en un ambiente culto, lo cual, sin duda, no solo reforzó su interés por la literatura, sino que favoreció su relación con un sobrino de Séneca, Marco Anneo Lucano, con el que acabaría uniéndose en matrimonio.

Izq.: Ciudad de Sisapo (La Bienvenida, Almodóvar del Campo). Centro: Edición de 1740 del poema de Lucano conocido como Farsalia. Dcha.: Monumento a Séneca en la Puerta Almodóvar en Córdoba.

Lucano fue un conocido poeta, que destacó por su gran talento y su precocidad, pues desde muy joven logró alcanzar un notable reconocimiento, incluso por parte del emperador Nerón, que lo admiraba y lo incluyó entre su círculo más íntimo de amistades. Pero el carácter cambiante e inestable de Nerón hizo que poco a poco la admiración que sentía por Lucano fuese transformándose en envidia, lo cual provocó que Lucano se fuese alejando del entorno más fiel al emperador, hasta el punto que llegó a formar parte de una conspiración que pretendía acabar con la vida de Nerón, pero los conspiradores fueron descubiertos y condenados. Algunos fueron ejecutados y a otros se les dio la oportunidad de elegir la forma de morir: concretamente Lucano se cortó las venas un 30 de abril del año 65, cuando sólo contaba con 26 años de edad.

La muerte de su marido sumió a Pola Argentaria en una profunda tristeza, pero este sentimiento no la hizo encerrarse en sí misma, sino que su fortaleza la llevó a luchar por la obra de su esposo a la vez que mostraba su ingenio y desarrollaba sus evidentes dotes creativas. La potente personalidad de Pola Argentaria no pasó desapercibida para poetas contemporáneos como Marco Valerio Marcial, que le dedicó algunos poemas consolatorios, o Publio Papinio Estacio, que llegó a afirmar que Pola era “la más querida de todas las mujeres casadas”. Aunque Lucano escribió numerosas obras, sólo ha llegado hasta nosotros un poema narrativo conocido como Farsalia, que describe la guerra civil entre Julio César y Pompeyo. Esta obra consta de diez libros, de los cuales sólo los tres primeros se publicaron cuando Lucano aún estaba vivo. De la redacción final, corrección y edición del resto de esta obra se ocupó Pola, mostrando con ello sus enormes dotes literarias, las cuales fueron destacadas por estudiosos como el humanista francés Jean Tixier de Ravisi, que en una obra de 1521 sobre sesenta ilustres literatas de la Antigüedad y la Edad Media resaltó a Pola como una escritora notable. Por otro lado, Lope de Vega en dos de sus obras, Laurel y La Doncella Teodor, incluyó a Pola en una relación de mujeres doctas de la Antigüedad.