Fidel Torres / Periodista

Sé, Lorencito, que te preparas para tu anual visita a una de las ferias más importantes del mundo, la sin par Fitur, donde se dan cita las más destacadas empresas del sector turístico universal, así como los representantes de numerosos países o naciones, con el fin de convencerse (unos a otros) de las muchas maravillas visitables (o comestibles), y, por supuesto, retratables, que cada uno de ellos encierra, ya se encuentren en el hemisferio norte o sur, ya al este o al oeste del meridiano de Greenwich. En definitiva, a una de las ferias más renombradas para vender turismo al precio que haga falta.

– Así es, oh sagaz maestro. Veo que no me pierde de vista y sigue mis pasos como lo haría el más fino rastreador de la tribu de los Kiowas.

– No me vengas con Kiowas, que ni sabes quiénes son ni has visto una película de indios en tu vida, pese a la televisión de Castilla-La Mancha.

-Bueno, hablo por referencias. Y más después de las veces que vuecencia me ha dado la vara con los tebeos y películas de su infancia, que parece que no había otra cosa en el mundo para divertirse y huir de la prosaica realidad.

-Vale Lorencito, no te me enfades y cuéntame que se te ha perdido, un año más, en Fitur.

– Como ya debería saber, dilecto y admirado maestro, lo hago por motivos profesionales, en apoyo de esta revista, la cual distribuimos en el stand de Castilla-La Mancha, y más especialmente durante el día dedicado a nuestra provincia, Ciudad Real.

– Lo sé, pero también me han contado que te pierdes, siempre que puedes, entre los diversos pabellones, ya sean nacionales o de importación, especialmente en los que ofrecen muestras gastronómicas o bebidas diversas, sin importarte que sean para todos los públicos o sólo para mayores y con reparos.

– Pocas veces y siempre sin faltar a mi obligación laboral. Eso que vaya por delante. Pero además quiero manifestar que soy un viajero empedernido, que el mundo del turismo me suliveya, y que devoro los folletos de las agencias como si fuesen bocadillos de jamón.

– A mordiscos, entiendo.

– No señor, aunque sí es verdad que me los como con los ojos. Con avidez y gran deleite.

– Supongo, entonces, que no habrá rincón del mundo, ni destino de moda, que no hayas pateado o tengas en mente merendarte.

– Tampoco es eso, oh guía espiritual de este pobre trotamundos. Debido sobre todo a mi escaso poder adquisitivo (o sea, que estoy a dos velas de dinero) he de conformarme con recorridos más bien humildes pero, no por ello, menos interesantes o dignos de alabanza. Sin ir más lejos, una de las últimas excursiones más bonitas que he hecho en mi vida, y eso sin salir de nuestra provincia. Porque la mayoría de las veces despreciamos lo que más cerca tenemos para ensalzar lo que se encuentra a miles de kilómetros, demostrando con ello tanto nuestra ignorancia como nuestra estulticia.

– Al grano creatura, que se acaba la página.

– Pues ni más ni menos que una ruta senderista que hice hace un par de meses y que me sorprendió muy agradablemente. Tan sencilla como espectacular: la ruta del Boquerón del Estena, en Cabañeros.

– Cuenta, que nos tienes a todos en ascuas.

– Para empezar yo desconocía tanto esa ruta como la zona. Había imaginado que Cabañeros era una dehesa llana de encinar rodeada por algunos montes de jara, engañado por la fama de “la berrea” y esas visitas móviles en todoterrenos. Gran pecado por mi parte, lo reconozco. Cabañeros es muchísimo más. Y esta ruta que hice es una muestra de lo poco que conocemos de nuestro entorno, de lo poco profetas que somos en nuestra tierra. La ruta se inicia en Nava de Estena, en la zona más al norte del parque, y se extiende entre dos moles montañosas, siguiendo el discurrir de varios arroyos y, sobre todo, del río Estena, un cauce fluvial en magnífico estado de conservación. Se puede disfrutar, además, de un paisaje de mucha belleza, de la vegetación típica mediterránea (encinas, alcornoques, quejigos o jaras), de vegetación asociada a las riberas de los ríos (fresnos, sauces), y de árboles de carácter norteño como el tejo o el abedul. Destacan también las llamativas formas geológicas originadas por la erosión y de fósiles de las épocas en las que esta zona estaba cubierta por el mar, hace más de 400 millones de años, entre ellas un gusano marino gigante, petrificado en una de las paredes verticales que delimitan el camino. Una ruta realmente espectacular.

– ¿Es fácil para todo tipo de personas?

– Sí. De hecho el día que yo la hice vimos a familias con niños pequeños, aunque es verdad que en algunos tramos el camino es un poco dificultoso. Pero yendo dos o tres personas pueden ayudarse sin problemas. En definitiva, muy recomendable para senderistas y turistas en general.

– Bueno, Lorencito, pues saquemos todos una provechosa lección de esta experiencia, y miremos un poco más para nuestros propios valores turísticos, que muchas veces despreciamos por pobres cuando lo único que es pobre es nuestro conocimiento de ellos. ¡Feliz visita a Fitur!