La leyenda más famosa sobre la introducción de la pasta en Europa es la que cuenta que fue Marco Polo el que la trajo desde China en el siglo XIII procedente de las cortes chinas donde sirvió a las órdenes del Gran Kan Kubilai en 1271.

Esta leyenda nace de las cartas del propio Marco Polo donde narra que “en oriente los fideos se recolectaban de un árbol del pan al que los chinos adoraban”. Seguramente Marco Polo trajo pasta china a Europa, pero sin cambiar en nada la gastronomía local ya que las pastas chinas se elaboran con harinas de soja o de arroz, lo que hace que su aspecto, después de ser cocidas, sea casi transparente y finísimo. Nada que ver con los “spaghetti” occidentales.

Es muy posible que el origen de la pasta sea tan antiguo como el del pan, pues desde la Organización Internacional de la Pasta lo sitúan en las civilizaciones etruscas. Casi con toda seguridad el consumo de pasta en la Península Ibérica se dio con la conquista árabe, al menos, los primeros indicios que tenemos, se remontan a esa época. En la España mozárabe ya se comían lasañas, alcuzcuz y fideos elaborados con harina y agua.