Un bar de mañanas y mercado, mítico de Ciudad Real, con 67 años de trayectoria

Nunca antes esta periodista que suscribe había hecho una entrevista semejante. Ángel, el del Bar Ángel, no para quieto -tampoco su simpatía-. En la grabación su voz suena más lejos o más cerca dependiendo de si está cortando jamón, sirviendo en ventanilla, poniendo un café, tirando una caña o sacando tapas de cocina con unos aromas que no se cuelan en el móvil  pero de los que personalmente puedo dar fe que provienen del cielo como los ángeles. Y Ángel, sea del cielo o de la tierra, es un animal de bar, dicho en el buen sentido, que conoce a sus clientes de toda la vida por su nombre: “Luis, buenos días, ¿lo de siempre?” “¡Toma Manolo el café!”. Con 21 años de edad, en 1984, tenía más o menos claro que esto era lo suyo al decidir comprar el local y firmar su primera hipoteca. Pero la historia de este establecimiento parte de mucho tiempo atrás, en concreto de 1952.

Su familia paterna proviene de Cabeza del Buey (Badajoz). La guerra civil les obligó a dejar sus raíces y emigrar a un lugar más tranquilo y no demasiado lejano, como era Ciudad Real. La abuela del actual propietario del Bar Ángel, Luisa Carrasco Colorado, estaba ya viuda con 45 años cuando llegó con sus hijos. Poco a poco fueron saliendo adelante. Uno de ellos, Vicente Calvo Carrasco, montó un bar, ‘El Aperitivo’, en la calle Mercado Viejo, 4, y su hermano Ángel Calvo Carrasco (padre del actual dueño del Bar Ángel) le echó una mano. Un bar que las crónicas de la época contaban que tenía “los cangrejos más frescos y sabrosos de España”.

Izq.: Ángel Calvo García, tercera generación del negocio. Centro: Manoli Calvo García, Ángel Calvo Carrasco, Luisa Carrasco y Vicente Calvo Carrasco delante del bar en 1968. Dcha.: el interior del bar en 1968, con clientes en uno de los rincones más cotizados.

Negocio familiar.- Paseando por la zona vieron que una taberna, de nombre La Giralda, se traspasaba. Así, en 1952 se inauguraba el Bar Ángel en la avenida de Alfonso X el Sabio, 10, de Ciudad Real capital, regentado por Ángel Calvo Carrasco y su madre Luisa como responsable de cocina. “Era un bar típico de mercado, con mañanas muy ajetreadas con cafés y aperitivos, y tardes más tranquilas, como sigue siendo”, comenta Ángel Calvo García. Muchas recetas de la abuela siguen haciéndose, modificadas con las innovaciones propias de cada época, como las patatas aliñadas o platos de casquería: sangre encebollada, riñones, mollejas, callos…, además de toda la tradición culinaria manchega de pistos, migas, gachas y otros muchos platos más actuales que se han incorporado en estos 67 años de existencia.

Como negocio familiar que era, una vez casado Ángel, su mujer, Sofía García, sustituye a su suegra en la cocina mientras va formando una familia con tres hijos: Feliciano, Manoli y Ángel, todos criados y acunados entre fogones, en las cajas de cerveza de madera que había por entonces. Los dos hermanos mayores, aunque ayudaban siempre que podían en el bar, decidieron emprender camino por otros derroteros dedicándose a otras profesiones, mientras que el pequeño Ángel siguió trabajando con su padre, codo con codo, y hubo un tiempo en el que coincidieron en el Bar Ángel dos generaciones: Ángel padre y su mujer Sofía y Ángel hijo con su mujer Beatriz Grande. Como curiosidad, en 1984 pagaron el último recibo del local, 1.623 pesetas mensuales, antes de que se adquiriera el local en propiedad definitivamente.

Con la llegada de los nietos, Beatriz y Ángel en 1992 y 1995 respectivamente, el abuelo Ángel sigue trabajando pero va dejando poco a poco el testigo a su hijo, se jubila en 1995 y aunque al día siguiente y días sucesivos acude al bar, se va desvinculando del mismo casi de forma natural. Como su padre y sus tíos, los nietos Beatriz y Ángel se crían en la cocina del bar, acurrucados en un mini parque infantil hecho ex profeso por sus padres.

De izq. a dcha.: Sofía García y Manoli Calvo en la puerta del bar. Imágenes tomadas hace 19 años (4 últimas fotos). De izquierda a derecha, Beatriz y Ángel Calvo Grande, hijos de los actuales dueños estudiando en el bar; Beatriz Grande, en la cocina durante la Pandorga y Ángel Calvo, tras la barra tirando una caña.

Clientes de tercera y cuarta generación.- Si la fidelidad generacional del cliente se premiara, el Bar Ángel se llevaría el premio gordo pues son legión el número de clientes de tercera, e incluso, de cuarta generación. “Muchísimos clientes me han recordado que venían con su abuelo a tomar una gaseosa, por aquellos años no existían refrescos como ahora, ni cerveza de barril ni cubatas, había vino, cerveza embotellada, café o licores como coñac o anís…”, señala Ángel. En este sentido, viene a cuento una bonita anécdota que le contó su padre: “Durante una época, por ley, no se podía consumir vino a partir de cierta hora de la noche, y para burlar dicha prohibición en nuestro bar y en otros muchos se ponía el vino en tazas de café, el vino tinto como café y el blanco como manzanilla”.

En el año 2003, Ángel lleva a cabo una reforma física y de concepto del local, hasta entonces había trabajado en el bar de su padre, por lo que decide modernizarlo y ponerlo a su gusto. Trabajando él en barra y terraza, y su mujer en cocina (hasta que se ve obligada a dejarlo por una enfermedad) contratan a personal de fuera. En la actualidad cuentan con dos camareras, Ángela y Carolina, excelentes profesionales.

A sus 56 años, Ángel Calvo García sigue con su trajín diario, derrochando gracia y simpatía, sin detenerse a pensar qué le deparará el futuro: “A mi hijo le pusimos Ángel para no tener que cambiar el rótulo del bar (sonríe), pero él y mi hija se han labrado un futuro con buenas profesiones, se han dado cuenta de que su padre se levantaba antes de las 7,30 de la mañana y subía a casa cuando podía; no sé qué haré, venderlo, traspasarlo a alguien o no sé si me tendrán que echar las llaves del bar en la caja”, concluye Ángel con una sonrisa.

Texto: Oliva Carretero Ruiz

Fotos: Bar Ángel