Es increíble echar la vista atrás y ver lo rápido que ha transcurrido este año 2020. Era imposible imaginar cómo iba a ser este último maldito año que llegó para cambiar nuestra forma de vida y que lo hizo sin avisarnos. Llegó en silencio, envuelto en la normalidad cotidiana que tantas veces echamos demás y que ahora echamos de menos.

 

Sin darnos cuenta nos vimos encerrados en casa aislados del mundo, protegiéndonos del virus y del miedo colectivo, aplaudiendo a las 20.00 desde los balcones en un homenaje improvisado a nuestros sanitarios que acabó siendo un aplauso extensivo para toda la sociedad. Un aplauso que rompía el silencio de nuestras calles huérfanas que retumbaba y que nos hacía encogernos de emoción mientras en nuestra cabeza se repetía el mantra que los más pequeños tiñeron de arcoíris de colores en las ventanas de casa “Todo saldrá bien” (y en ello estamos).

 

Este año hemos tenido que aprender a sonreír con la mirada, a escapar del contraluz para mostrar nuestra mejor cara en las videollamadas con nuestros familiares y amigos, a sobreponernos de las adversidades y a asumir que nuestra casa es siempre el mejor refugio para pasar las tempestades. Hemos hecho de la palabra RESILIENCIA el apoyo necesario para seguir trabajando cada día para ofrecer lo mejor de nosotros mismos, adaptándonos a las espeluznantes cifras de contagios y muertes que nos han ido rompiendo el corazón a trozos cada día desde el mes de marzo.

 

Pese a todo; pese a los abrazos olvidados, a los besos aparcados y las visitas aplazadas, debemos seguir luchando por los que ya no están y nos piden desde el cielo que sigamos disfrutando de la vida. Estas navidades las mesas quedarán huérfanas de risas y de brindis alegres, de los que siempre han sido; pero estoy segura que volveremos a hacerlo antes de que nos demos cuenta. Llegarán los viejos días como se fueron, sin avisarnos.

 

2021 debe devolvernos la alegría que nos han robado, la esperanza para salir reforzados como sociedad, llena de sueños y retos por cumplir.

 

Hoy, como presidenta nacional de AFAMMER, quiero agradecer a las mujeres rurales su esfuerzo desmesurado tejiendo mascarillas de forma desinteresada durante todo este año con las que estoy convencida se han salvado vidas. Quiero dar las gracias a todas las personas que cada día han tenido que salir a la calle para hacer que con su trabajo se hayan mantenido los latidos vivos de nuestro país.

 

Espero de corazón que disfrutéis con prudencia de estos días, adaptándonos a la que será la Navidad más extraña de nuestra vida, con la plaza de Sol vacía, con las campanadas resonando con eco y con los sueños por cumplir amontonados.

 

Un fuerte abrazo a todos y Feliz Navidad.

 

Carmen Quintanilla Barba

Presidenta Nacional de AFAMMER

Parlamentaria honoraria del Consejo de Europa