El sabor insustituible de una dulce tradición guiada por el buen hacer de tres generaciones

Dicen que cuando a alguien le apasiona su trabajo se nota, y si encima lo hace bien, mejor que mejor, pero si hablamos de tortas, mantecados, pasteles y tartas -todo hecho de forma artesanal por las manos de Emeterio, tanto padre como hijo-, ya no les cuento las maravillas que pueden salir y han salido del obrador de la Pastelería-Confitería La Manchega, una de las históricas de Ciudad Real, surgida de una familia que ha cuidado al detalle las tradiciones de un negocio familiar del que se ha oído hablar –y bien- en España y parte del extranjero.

Pero hoy no vamos a vender pasteles, vamos a contar la historia de la familia López Cañizares, un pedacito de su historia, salpicada de algunas anécdotas y vivencias. Tres generaciones que han respetado a la anterior, siguiendo a pie juntillas las mismas recetas, añadiendo algunas nuevas pero con la base de bizcocho que hacía el abuelo, utilizando incluso la misma maquinaria, con las básculas en la actual tienda testigo mudo de otros tiempos y de otras manos…, muchísimos recuerdos que se acumulan en el devenir de una pastelería que ha visto pasar por su puerta la vida de Ciudad Real de al menos los últimos 75 años.

La historia de la pastelería La Manchega comienza a escribirla Sacramento López, panadero de Almagro, abuelo del actual propietario, que se establece junto con su mujer Práxedes Cañizares en la calle Jacinto, 19, de Ciudad Real donde instala un obrador con horno de leña. Básicamente elaboraba pan, magdalenas, bollos y mantecados. No solo se vendían en la tienda, Sacramento aprovechaba la feria taurina de Almagro para vender sus productos en la plaza, “iba con sus hijos y llevaban mojicones, tortas y bollos que vendían a los aficionados y con lo recaudado se quedaban a ver la corrida de toros”, nos cuenta Emeterio López Plaza, tercera generación y actual dueño de la pastelería La Manchega, junto con su mujer Ascensión Moya Lillo.

En tiempos de guerra, la harina escaseaba, por lo que acudían al estraperlo para obtener unos kilos, que el ‘proveedor’ dejaba enterrada en la tapia del cementerio de Ciudad Real y que Sacramento desenterraba llegada la noche, poniendo a cambio pan y magdalenas.

Izq.: bendición y apertura de la pastelería en 1972 en su ubicación actual, calle Obispo Estenaga, 3, con Emeterio López Cañizares a la derecha del sacerdote, y Carmen Plaza Muñoz a la izquierda
de la imagen. Centro: Emeterio López Plaza en la plaza Mayor en una actividad solidaria con la elaboración de un gran pastel. Dcha.: Carmen Plaza Muñoz en el puesto del mercado sobre los
años 50-60. 

No se sabe si de forma autodidacta o con ayuda de su padre, uno de los hijos de Sacramento, Emeterio López Cañizares –Emeterio padre-, se aficiona a preparar tartas para bodas, de varios pisos, “hechas fundamentalmente con bizcocho, merengue y poco más, no había nata ni mantequilla ni cosas así”, apunta Emeterio hijo. En las bodas de antes, explica Ascensión, se distribuían los 2 o 3 pasteles del convite, milhojas los más pudientes, y la tarta nupcial, mientras que para bautizos y comuniones se solían preparar bollos suizos y bizcochos de soletilla.

Con la boda de Emeterio padre con Carmen Plaza Muñoz en 1948, se instalan en otra casa y otro obrador en la calle Záncara, estableciendo la Confitería-Bollería La Manchega en el Mercado de Abastos, en el puesto número 1 de la planta de arriba, donde se hacían tartas por encargo y muchos más pasteles y bollos, incluso figuras de chocolate. Muy recordado por los más ancianos del lugar es la estampa de Emeterio padre con sus cestas de tortas y mantecados por las calles de Ciudad Real y los soportales del Ayuntamiento.

Los mojicones y las tortas de La Manchega son muy reconocidos, se hacen con la misma receta de siempre, “los mojicones son lo más característico nuestro, no llevan grasa, ni leche ni mantequilla, tampoco aditivos ni impulsor, los hacemos igual que los hacía mi padre”, subraya orgulloso Emeterio hijo.

Del Mercado, Emeterio padre instala la pastelería en una pequeña habitación de la avenida de los Mártires (hoy calle Alarcos), “era el dormitorio de una casa que se acondicionó con un mueble y una vitrina que aún conservamos, cada día llevábamos los pasteles, primero en un carrito y luego en una moto desde el obrador de la calle Záncara”, nos relata el actual propietario. La pastelería de Emeterio era cita obligada en los paseos del Pilar al parque de Gasset o cuando se salía del cine Castillo. Pero a primeros de los 70 se ven obligados a trasladarse de nuevo por la expropiación de varios negocios para hacer el pasaje Gutiérrez Ortega (de la Pandorga ahora). A finales de febrero de 1972, como publicó el diario Lanza, se inaugura y bendice la confitería-pastelería La Manchega en la calle Obispo Estenaga, 3 (donde continúan actualmente), donde Emeterio padre invita a los asistentes a pasteles y a una copa de licor, costumbre que se mantiene hoy día por las mismas fechas.

Izq.: Emeterio López Cañizares en el puesto del mercado sobre los años 50-60. Centro.: Una de las tartas que elaboraba el abuelo de los actuales dueños. Dcha.: Documento del año 1963 en el que se especifican los gastos e ingresos de la pastelería con el objeto de cotizar a Hacienda.

Emeterio hijo aprendió rápido, siendo mozo pasaba las tardes en el obrador viendo como trabajaba su padre, incluso cuando era novio con Ascensión se ensimismaba haciendo pruebas de tartas, fundiendo chocolate…, “no he visto a nadie que le apasione tanto su trabajo, ya de casados muchas veces ha vuelto al obrador a las diez de la noche para amasar mantecados o preparar algo”, nos cuenta Ascensión. En 1985 Ascensión y Emeterio hijo contraen matrimonio y al poco tiempo se quedan solos al frente de la pastelería La Manchega. Con ellos, la pastelería ha experimentado varias transformaciones decorativas y un aumento del número de pasteles, ganando en varias ocasiones el premio al mejor escaparate. “El 19 de marzo, Día del Padre, era el más fuerte, se formaba bastante cola en la puerta y no quedaba ningún pastel”, comentan Emeterio y Ascensión.

Tras el fallecimiento de Emeterio padre, emotivo es el recuerdo de muchos clientes que siempre que vienen a Ciudad Real visitan La Manchega como el de Antonio Notario, hijo del médico Vicente Notario. Hasta Tenerife, Madrid, Salamanca, EE.UU. o varios países de Europa ha llegado también la popularidad de esta pastelería artesana con mayúsculas hasta el punto de desplazarse ex profeso a Ciudad Real para saborear sus dulces. La Manchega, que ahora atraviesa, como otros muchos negocios, una difícil etapa por la pandemia, continúa estando en el corazón y el paladar de todos los ciudadrealeños, los de ayer y los de hoy.

Texto: Oliva Carretero

Fotos: Pastelería-confitería La Manchega