Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

Aunque la Paz de Zanjón (1878) ponía fin a la “Guerra Larga” (1868-78), en 1895 se inició un nuevo conflicto en Cuba debido a diversas causas:

  • El desarrollo de un sentimiento nacionalista cubano, reforzado durante la Guerra Larga y liderado por Antonio Maceo y José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano (1892).
  • El retraso en la concesión del autogobierno por la presión de grupos que se oponían a cualquier cambio que pudiera reducir sus ganancias en la explotación de los recursos cubanos. Este retraso provocó el descrédito del Partido Autonomista Cubano y el aumento de los apoyos a los independentistas.
  • Los aranceles que España imponía para dificultar el comercio con Estados Unidos, principal comprador de productos cubanos, provocaron gran malestar tanto en Cuba como en EE.UU., que amenazó con cerrar su mercado a los principales productos cubanos (azúcar y tabaco), si España no modificaba su política arancelaria. Además, EE.UU. apoyó la independencia cubana al considerar que era su área natural de expansión imperialista.

La insurrección comenzó con el “Grito de Baire” (febrero de 1895), dirigida por Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí. El gobierno de Cánovas envió al general Martínez Campos para combatir la revuelta y buscar una salida negociada, pero al fracasar fue sustituido por el “más enérgico” general Weyler, que recuperó gran parte del territorio, tras lo cual se inició una “guerra de desgaste” (1896-97), basada en la superioridad militar española y en la acción de los guerrilleros cubanos, apoyados por EE.UU.

Tras el asesinato de Cánovas (1897), Sagasta optó por la estrategia de la conciliación: relevó a Weyler y concedió a Cuba la autonomía política y arancelaria. La toma de posesión del gobierno autonómico cubano (enero de 1898) parecía que podía producir la pacificación definitiva, pero los independentistas no aceptaron el cese de las hostilidades, esperando la intervención de EE.UU., que declaró la guerra a España por el hundimiento del acorazado Maine, al responsabilizar a España de su voladura. Tras proponer la compra de la isla, EE.UU. lanzó un ultimátum que amenazaba con la guerra si España no renunciaba a la soberanía. Tras la debacle de la flota del almirante Cervera en el puerto de Santiago, España perdía la guerra.

En las Filipinas, José Rizal lideró el descontento contra España, al frente de la Liga Filipina (1892). La guerra se inició en 1896, pero dos años después el ejército español había conseguido dominar la situación. Ante la inminente guerra entre Estados Unidos y España, la flota norteamericana en Hong Kong se dirigió a las Filipinas para apoyar a los insurrectos. El desarrollo de las operaciones fue rápido, dada la superioridad militar de los norteamericanos, que tomaron Cavite, destrozando la flota española, tras lo cual se hicieron con el control de Manila.

En la Paz de París (diciembre de 1898), España reconocía la independencia de Cuba, y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos, a cambio de una compensación de 20 millones de dólares. En junio de 1899, España cedió a Alemania las islas Marianas, las Carolinas y las Palaos, por 15 millones de dólares.

La destrucción del mito imperial que supuso el desastre de 1898 sumió a la sociedad española en un estado de desencanto y frustración. Además, la prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto y políticos incompetentes, visión que cuajó en muchos españoles. La pérdida de las últimas colonias tuvo importantes repercusiones:

– Pérdidas humanas: se calcula que murieron unos 120.000 soldados españoles, tragedia a la que se añadía la desmoralización de un país consciente de su debilidad y de lo inútil del sacrificio.

– Repercusiones políticas. A pesar de la envergadura del «desastre», el sistema de la Restauración sobrevivió. Conservadores y liberales se adaptaron a los nuevos tiempos con el ascenso de nuevos dirigentes como Silvela y Maura, en el lado conservador, y Montero Ríos y Canalejas, en el bando liberal.

– Tampoco hubo crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados coloniales y de los gastos por la guerra. En los primeros años del nuevo siglo se redujo la Deuda pública, hubo una inflación baja y una considerable inversión proveniente de capitales repatriados.

– La crisis del 98 fue, sobre todo, ideológica, causó un importante impacto entre la población y favoreció la aparición de movimientos que criticaron el sistema de la Restauración y defendieron la regeneración de la vida política española. En este sentido, destacan:

  • El regeneracionismo, representado por Joaquín Costa, partidario de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar a la población («escuela y despensa«). También defendía la necesidad de desmantelar el sistema caciquil para lograr la transparencia electoral.
  • La Generación del 98. La Crisis del 98 cohesionó a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98 (Unamuno, Pío Baroja, Azorín…), caracterizado por su profundo pesimismo, su crítica al atraso nacional y su reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia.

– La derrota provocó un importante cambio en la mentalidad de los militares, que serán partidarios de posturas más autoritarias y de retomar la injerencia del ejército en la vida política española, convencidos de que la derrota se debía a la ineficacia de los políticos y del parlamentarismo.

 

Imagen superior: Restos del hundimiento del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana. Wikipedia