Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

Felipe III

Cuando accedió al trono en 1598 heredó el imperio más extenso del mundo. Para gobernarlo se apoyó en la figura del valido, una especie de ministro principal que contaba con la plena confianza del rey y que aglutinaba todo el poder. Para ese cargo designó al duque de Lerma, que para intentar evitar la ruina total inició una política de pacificación (“Pax Hispánica”) con Francia (Paz de Vervins, 1598), con Inglaterra (Paz de Londres, 1604) y con las Provincias Unidas (tregua de 12 años en 1609).

A pesar de esta política, las deudas del reinado anterior provocaron la bancarrota de 1607. Se intentó reformar la Hacienda, pero la situación económica no mejoró al no  reducirse los gastos de la Corte y llegar menos metales preciosos de América.

Una de las cuestiones más complejas del reinado fue la expulsión de los moriscos  (1609). Se sospechaba de la sinceridad de su conversión y eso podía provocar problemas de seguridad, pues podrían colaborar con los piratas berberiscos. La expulsión fue utilizada por la monarquía como una demostración de fuerza para incrementar su prestigio. Las consecuencias de la expulsión fueron graves, sobre todo en Aragón y Valencia, donde se despoblaron muchas comarcas y la agricultura se vio muy afectada al perder mano de obra cualificada.

 

Felipe IV

Accedió al trono en 1621 y nombró como valido al conde de Olivares, que deseaba recuperar el prestigio de la monarquía y por ello se implicó en la Guerra de los 30 años (1618-1648) apoyando a Austria frente a los príncipes protestantes alemanes y sus aliados (Dinamarca y Suecia). Este conflicto se entrelazó con la guerra contra las Provincias Unidas, reanudada en 1621 al expirar la tregua de doce años. Hasta 1634 los enfrentamientos fueron favorables al bando católico, pero Luis XIII de Francia, temiendo la hegemonía de la Monarquía Hispánica, apoyó en 1635 a los protestantes, lo que provocó el descalabro español con graves derrotas (las Dunas, 1639 y Rocroi, 1643).  Con la Paz de Wetsfalia (1648), que ponía fin al conflicto, España aceptaba la independencia de las Provincias Unidas y el final de la hegemonía de los Austrias. La guerra con Francia finalizó con la Paz de los Pirineos (1659) por la que se cedió a Francia el Rosellón, la Cerdaña y posiciones en Flandes y Luxemburgo y se refrendó con el matrimonio entre Luis XIV y María Teresa, hija de Felipe IV.

En política interior se planteó una reforma financiera para establecer una contribución más equitativa de los diversos reinos, que no resolvió los problemas económicos por lo que hubo que declarar la bancarrota en 1627 y devaluar la moneda un 50%. Ante el agotamiento económico de Castilla, Olivares planteó la Unión de Armas (1625), ejército permanente de 140.000 hombres, sostenido por todos los reinos. Este plan se enmarcaba en un programa más amplio de centralización, pero encontró un amplio rechazo porque los diferentes reinos querían preservar sus derechos forales. La Unión de Armas fue aprobada por las cortes de Aragón y Valencia, pero no por Cataluña, donde en junio de 1640 se produjo una revuelta (Corpus de sangre) en la que Pau Claris proclamó la República catalana, aunque más tarde se reconoció como rey a Luis XIII de Francia, por lo que Olivares decidió ocupar Cataluña.

Portugal también se opuso a aumentar su contribución económica y, además, se quejaba de la escasa protección de su imperio ultramarino. La crisis estalló al intentar reclutar tropas portuguesas para intervenir en Cataluña, por lo que el duque de Braganza promovió una rebelión en 1640 y se proclamó rey de Portugal (Juan IV). Se inició así la guerra de Restauración que finalizaría con el Tratado de Lisboa (1668) en el que España reconocía la secesión de Portugal.

 

Carlos II

Accedió al trono siendo aún un niño (1665), por lo que su madre, Mariana de Austria, asumió la regencia, aunque delegó el gobierno en el jesuita Nithard. La enfermiza personalidad del rey agravó la crisis de la monarquía, situación que fue aprovechada por Portugal para lograr su independencia (1668) y por Francia para adquirir algunos territorios como el Franco Condado.

En 1675 Carlos II fue proclamado rey con pleno poderes, aunque el gobierno efectivo estuvo en manos de diversos personajes hasta que su segunda esposa, Mariana de Neoburgo, se hizo con las riendas del poder. En la etapa final del reinado, el conde Oropesa inició algunos intentos de reforma administrativa y de Hacienda, lo que mejoró la situación económica, pero el problema más importante era el sucesorio, ante la imposibilidad del rey de tener hijos. Se empezó a buscar candidatos y había dos principales: Felipe de Borbón y Carlos de Austria, decidiéndose finalmente Carlos II por el candidato francés, nieto de Luis XIV y María Teresa de Austria, poco antes de morir el 1 de noviembre de 1700.

Durante el siglo XVII la monarquía hispánica y, especialmente la Corona de Castilla, padeció una dura crisis demográfica y económica, que estuvieron muy ligadas a la crisis política. En el retroceso demográfico influyeron la sucesión de diversas pestes, los continuos conflictos bélicos y la expulsión de los moriscos. En el declive económico influyó la reducción de la producción agraria, la decadencia de la artesanía, las dificultades comerciales, la presión fiscal y la bancarrota estatal.

 

Imagen superior: Retrato del rey Felipe III de España (1578-1621), que fue hijo del rey Felipe II de España. Wikipedia