Tras su inauguración en el año 80 d.C., el anfiteatro Flavio -es su nombre original- se erigió como el más grande del imperio y buque insignia de la ingeniería romana de la época.
Dos mil años después, sus dimensiones y los restos de su complejo entramado de túneles subterráneos, rampas y ascensores continúan sorprendiendo al mundo entero.
Llegó a acoger a más de 50.000 espectadores ávidos por presenciar luchas de animales y de gladiadores, representaciones teatrales e incluso, en alguna ocasión, batallas navales, conocidas como naumaquias.
En su construcción se usaron 700.000 toneladas de piedra de tonos claros y luminosos, unidas por 300 toneladas de abrazaderas de hierro. Coronaba el edificio un sofisticado sistema de carpas móviles a modo de cubierta que permitía protegerse del sol.
El Coliseo se usó durante casi 500 años, celebrándose en él los últimos juegos de la historia en el siglo VI, bastante más tarde de la tradicional fecha de la caída del Imperio romano de Occidente en 476 d. C. Los bizantinos también lo utilizaron durante el siglo VI. Después el edificio sufriría cuatro terremotos, y ya entrada la Edad Media se convirtió en la cantera de Roma.