Francisco Javier / Morales Hervás
Doctor en Historia

La provincia de Ciudad Real fue durante toda la Guerra Civil un territorio de retaguardia, circunstancia a la que contribuyeron dos cuestiones: por un lado, la rápida desactivación de las intentonas de simpatizantes de extrema derecha para sumarse a la sublevación y, por otro, la decisión que adoptó Franco de desviarse hacia el oeste en su marcha hacia Madrid para garantizar el control de Extremadura y desde el valle del Tajo apoyar a los sublevados que resistían en el alcázar de Toledo.

El hecho de quedar al margen de los principales escenarios bélicos otorgó a nuestra provincia una singular importancia estratégica en el suministro de recursos, básicamente materias primas, con las que poder afrontar un conflicto que se preveía de larga duración y, a la vez, acoger a un numeroso contingente de refugiados que huían de las principales áreas de conflicto y atender a los heridos que llegaban de los frentes más próximos. También resultó fundamental la contribución humana para nutrir el ejército republicano que debía enfrentarse a las tropas sublevadas. En un primer momento se conformaron milicias populares que, por lo general, no obtuvieron resultados positivos, por lo que el gobierno republicano entendió que era preciso configurar un ejército mejor dotado y más profesionalizado. En nuestro ámbito provincial se estableció el XX Cuerpo del Ejército, que estaría compuesto por 3 divisiones cuyas bases se situaron en Manzanares, Daimiel y la capital. Además, se crearon 19 aeródromos que estaban distribuidos por toda muestra geografía provincial y desde los cuales se apoyó la lucha desarrollada en los frentes situados en provincias limítrofes como Córdoba y Badajoz. Por lo tanto, al quedar en la retaguardia no se desarrollaron en nuestro ámbito provincial destacadas acciones militares durante este conflicto fratricida, no obstante, es preciso recordar que la riqueza minera de Ciudad Real, especialmente el mercurio de Almadén, sí fue un objetivo de especial interés para las tropas franquistas por lo cual impulsaron campañas para intentar conquistar este territorio en dos ocasiones, concretamente en marzo de 1937 y en julio de 1938, siendo rechazadas en ambas intentonas por las tropas republicanas.

Izq.: Aunque las autoridades republicanas intentaron mantener cierto orden institucional, se produjeron situaciones protagonizadas por grupos exaltados, sobre todo en los primeros meses de la guerra. Dcha.: Las organizaciones sindicales impulsaron las incautaciones de fincas para acelerar la Reforma Agraria.

Al quedar nuestra provincia bajo control republicano, las principales organizaciones sindicales impulsaron las incautaciones de fincas para acelerar la Reforma Agraria, hasta el punto de llegar a ser expropiada una extensión total correspondiente al 56% de la superficie provincial, la mayor parte de la cual pasó a ser explotada por colectividades pertenecientes a UGT y CNT, aunque también hubo algunas comunistas en la capital, en Daimiel y en Campo de Criptana. Un caso especialmente llamativo se produjo en Membrilla, donde se desarrolló un modelo de comunismo libertario en torno a la colectividad “Paz y Justicia” que no solo se encargó del cultivo de las tierras, sino que también organizó la producción en fábricas de textil y calzado, controló la fábrica de harinas y las bodegas y llegó a abolir el dinero.

Aunque las autoridades republicanas intentaron mantener cierto orden institucional, se produjeron situaciones protagonizadas por grupos exaltados, sobre todo en los primeros meses de la guerra, que provocaron el terror en muchas localidades de nuestra provincia, donde numerosos sospechosos de colaborar con los sublevados fueron detenidos sin unas mínimas garantías legales, los cuales, en muchos casos, eran llevados a las checas y de allí se les enviaba a determinados puntos, normalmente cementerios como los de Valdepeñas, Carrión de Calatrava y la capital, donde eran fusilados. Para evitar estas descontroladas acciones violentas se creó en noviembre de 1936 un Tribunal de Urgencia, lo que permitió que a partir de 1937 las ejecuciones injustificadas prácticamente desaparecieran.

A partir de 1937 las ejecuciones injustificadas prácticamente desaparecieron. Por otra parte la prensa informaba (y desinformaba) a diario del discurrir de la guerra.

La Iglesia fue la institución que padeció con especial virulencia las consecuencias de la violencia de grupos exaltados. En los primeros meses de la guerra fueron asesinados numerosos miembros del clero de nuestra provincia, destacando el caso del Obispo Narciso Estenaga, que sería fusilado junto a su capellán, Julio Melgar, el 22 de agosto de 1936. Además, se produjo una violenta oleada de destrucción de patrimonio religioso, que afectó a un buen número de iglesias, conventos y ermitas, que fueron saqueados y destruidos total o parcialmente, destrozo que también afectó a numerosos elementos ornamentales y de culto como cuadros, retablos, orfebrería e imágenes religiosas, singularmente algunas representaciones de vírgenes como la del Prado, los Santos, la Estrella, la Encarnación, la Sierra y la Carrasca.