Fidel Torres / Periodista

La duda me está reconcomiendo, ¡oh maestro insigne y clarividente!, hasta el punto de que, desde hace ya un largo tiempo, el sueño se me escapa y paso las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio, y todo ello porque el día electoral se aproxima y no tengo ni idea de a quien he de favorecer con mi democrático voto. ¿Puedo esperar de vuestra generosidad, si no es mucha molestia y el tiempo no os apremia, algún sano consejo que me salve de la duda y me devuelva la paz que mi espíritu necesita y mi cuerpo está pidiendo a gritos? Mi reconocimiento no tendría límites y sabría corresponder a vuestra buena obra con suficiente largueza.- ¿No crees, pusilánime Lorencito, que utilizas demasiada verborrea para preguntar simplemente a quién creo que debes de votar?
– Toda palabra será poca si consigo que vuesa merced ilumine, aunque sólo sea con 40 vatios, esta mente que se debate entre la duda más horrible y la ignorancia más negra.
– Está bien. Supongo que te referirás a las elecciones locales y regionales que se celebran a finales de este mes de mayo, pues para las generales ya tendremos tiempo de hablar.
– ¡Ah! ¿Pero no están hablando los políticos de las generales? Porque, por las declaraciones que desde hace más de dos meses vienen haciendo, a mí me parecía que de lo que se trataba era de nombrar nuevo gobierno para España.
– No Lorencito, no. Lo que ocurre es que los políticos avanzan tanto, van a tal velocidad, que nos dejan a los ciudadanos siempre en la cuneta. De hecho ya verás que cuando se sepan los resultados del 28 de mayo todos los contendientes apuntarán a Madrid, bien para pedir la dimisión en bloque del gobierno (en caso de buenos resultados del PP y Vox) o para reivindicar el buen hacer de éste y reafirmarse en la línea seguida en toda la legislatura (en caso de que sean el PSOE y sus socios los que obtengan buenos resultados).
– Pues en esto no estoy exactamente de acuerdo con vuesa merced, maestro de maestros de maestros, puesto que usted habla de que ganen unos u otros y yo ya le puedo adelantar que ganarán todos. O ¿acaso recuerda usted alguna elección, ya fuese local, regional, nacional o de comunidad de vecinos, en la que algún partido reconociese que había perdido? Porque yo no.
– Tienes razón mozalbete. Me has ganado por la mano. Veo que no estás tan perdido políticamente como me quieres hace creer.
– A ver. Mis dudas me vienen porque a la hora de examinar los distintos programas todo son promesas, casi idénticas en todos los partidos, genéricas la mayoría de ellas (trabajo para todos, vivienda para todos, sanidad para todos, seguridad para todos, café para todos…), y cuando hay alguna realmente interesante o comprometida no explican, ninguno de los partidos, de forma clara y veraz, la forma de llevarla a cabo. Además, pasado un tiempo, cuando la ciudadanía ve que de lo dicho no hay nada y recrimina al político de turno esa falta de cumplimiento, este suele contestar que “las circunstancias no se lo han permitido”. ¡Ya está bien! Precisamente son esas circunstancias las que el político tiene que prever y, además, saber solucionarlas si se presentan de improviso. Para prometer lo que somos incapaces de hacer no necesitamos políticos. Me parece a mí que la política es “un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”, según afirmaba el francés Bossuet, pero dejándonos a todos los demás fuera.
– Bien, bien, bien… Me asombras, pequeño saltamontes. No veo que necesites mis opiniones para nada. Te veo clarividente, equilibrado y lleno de razones. Pero sobre todo te encuentro muy indignado con nuestros políticos. ¡Pobrecillos, dales un poco de cuartel!
– Pobrecillos nosotros, que les mantenemos con unos buenos sueldos, los cuales pagamos con nuestros impuestos, con dinero de nuestro bolsillo, mientras que ellos se comportan como si fuesen quienes fabrican el dinero y, generosamente, por su bondad congénita, nos lo cedieran “por hacernos un favor”. No señor, son nuestros criados, no nuestros señores. ¡A ver si se enteran!
-De acuerdo, pero volvamos al principio. Ya que alguien nos ha de gobernar, y dado que sólo hay dos formas de hacerlo, por la fuerza (la ley del más fuerte) o por elección (democráticamente), creo que debemos escoger la segunda. O sea, que hay que votar. ¿A quién, me preguntas, pues todos parecen iguales? Te remito una vez más a Jesucristo (ya mencionado en otras ocasiones) el cual sabía muy bien donde tenía la mano derecha y la izquierda y daba al Cesar lo que era del Cesar y a Dios lo que era de Dios. “Por sus obras los conoceréis”, dijo. Así que mira hacia atrás y Mane, Tecel, Fares, o sea Cuenta, Pesa y Divide.
– Maestro, me pierdo. Entre el Nuevo y el Viejo Testamento me hago siempre un lío.
– Que mires cómo ha gobernado cada cual, aquí y fuera de aquí. Qué leyes se han promulgado, a quien benefician, si los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres o estos han mejorado. En definitiva: Si eres rico vota a quienes defiendan a los ricos y si eres pobre vota a quienes defiende a los pobres. ¡Y ya está!