Seiscientas catorce viviendas amparadas desde los años 60 por un ente cooperativo

De aquí no me muevo, estoy muy a gusto, seguiré siguiendo”, dice con gracia Sinesio Naranjo Gijón, de 91 años, vecino de la Barriada de Pío XII de Ciudad Real, una de las más antiguas de la capital ciudadrealeña constituida en cooperativa de viviendas protegidas para ferroviarios en principio. En 1962 se entregó la primera  fase y tres años después la tercera.

Sinesio, Jesús y Alejandro hoy.

Sinesio vino a Pío XII en la segunda fase, en el año 63, ya casado y con dos hijos, cuando las calles eran de tierra y no había aceras, tampoco coches y las puertas de las casas estaban abiertas de par en par mientras la chiquillería jugaba a la pelota y a la comba.

Dos años más tarde llegó al barrio Alejandro López Sánchez-Toledo, con 14 años, al que le gustó la convivencia “ejemplar” entre los vecinos y la cantidad de niños que había, con los que hoy día guarda una gran amistad, que se traduce en una jornada de comida y hermandad al año. Pero, sobre todo, para él fue toda una sorpresa y un descubrimiento ver un cuarto de baño en su hogar. “Somos como una gran familia, todo el mundo acudía cuando alguien se ponía malo, aquí no se ha roto nunca nada, los chicos tenían mucha educación y respeto”, señala Alejandro.

Esa cooperativa de viviendas, fundada por el empleado de Renfe Rafael Rubín Cabrera, ya no sigue funcionando por cuestiones económicas. Hace tiempo se adoptó la fórmula de Comunidad de Propietarios cuya Junta Rectora sigue gestionando gran parte de los aspectos de la barriada, como el consumo de agua de las 614 viviendas -con una factura de 6.000 euros-, la luz y roturas en las escaleras, problemas de bajantes e incluso pagan la poda de árboles, el arreglo de jardines o la limpieza de los patios. Y todo por un canon de 26 euros al mes cada vecino (luego cada bloque también tiene una cuota mensual para los arreglos de puertas para adentro).

En la retina de estos vecinos quedan aquellos actos de entrega de viviendas con la presencia de autoridades, entre otros el alcalde de la época, Don Vitorino Rodríguez Velasco, el obispo o párroco de la zona y el presidente de la cooperativa. Sinesio rememora aquel momento como si fuera ayer: “Yo trabajaba en el bar España y en una entrega de viviendas en el barrio, sirviendo el vino de honor  con Fernando, escuché que se iba a construir un hospital en el barbecho donde yo daba clases de conducir con mi cuñado Samuel, profesor de la escuela de conductores de Benito Calahorra”. Fue una buena noticia.

En ese tiempo, las viviendas, adjudicadas por sorteo, se adquirían a unas 200.000 pesetas con una hipoteca trimestral de unas 300 pesetas; ahora pueden superar los 30.000 euros. Todas las viviendas tenían 64 metros cuadrados, 3 dormitorios, un salón-comedor, una cocina de carbón y un cuarto de baño.

La sede de la Comunidad de Propietarios está en la calle José de Ribera, 2-4. El presidente actual, Jesús Cruz Patón, ha conseguido revitalizar dicho local para que las personas mayores pueden pasar las tardes jugando al dominó o a las cartas y donde se están dando charlas informativas sobre incendios, seguridad, maltrato a las personas mayores, etc. “En nuestro barrio vive mucha gente de edad avanzada y mi objetivo es que estén bien atendidos, tanto en las cuestiones administrativas y de gestión de la propia Comunidad como en aspectos formativos y de interés colectivo”, comenta Jesús. Desde hace tres años que preside este órgano cooperativo de viviendas se ha encontrado con dificultades porque han tenido que pagar “alguna que otra rotura de tubería de agua de la calle o de los patios; hemos querido ceder los terrenos de los viales al Ayuntamiento de Ciudad Real y se han recogido firmas pero nada, se ve que para unas cosas somos privados y para otras somos públicos”.

Izq.: la barriada en sus primeros años. Dcha.: obreros en un descanso de la jornada.

Precisan ayuda para el acerado y las charlas

Jesús Cruz y los vecinos consultados destacan la buena calidad de vida en la barriada, “es un sitio tranquilo, está cerca del centro y con un servicio de autobús formidable”, aunque echan en falta la ayuda en algunas materias, “al menos el actual equipo de Gobierno nos ha recibido, pero nos sentimos abandonados, estamos batallando y haciendo verdaderas filigranas por mantener el barrio en condiciones”, dice Jesús. También se ofrecen a colaborar con la Asociación de Vecinos, otra entidad diferente a ellos pero con la que están dispuestos a hacer piña.

El pasado mes, la Comunidad costeó la limpieza de canalones y está pendiente el acerado de las calles, en muy mal estado y estrecho en algunas zonas, que impide el paso de una silla de ruedas, “no queremos dinero, pero sí la ayuda del Ayuntamiento con estos arreglos urgentes, como el pino inclinado de la calle José de Ribera. También solicitamos apoyo para las charlas”.

Izq.: una de las salas de la Comunidad de Propietarios, hoy. Dcha.: viviendas en construcción.

 

Texto: Oliva Carretero

Fotos: Ayer&hoy, Herrera Piña, C. de Propietarios Pío XII