Francisco Javier Morales

Francisco Javier Morales Hervás/ Doctor en Historia

Ana estaba a punto de dar a luz a su cuarto hijo. Le faltaban pocos días para el alumbramiento y por ello decidió acercarse a Ciudad Real para visitar a la Virgen del Prado y pedirle que todo fuera bien. El mes de mayo de 1967 estaba a punto de finalizar y todo estaba preparado en la Catedral para proceder a la coronación canónica de la Virgen del Prado, por lo cual, lo primero que llamó la atención a Ana al entrar en el templo fue la bella ornamentación que presentaba y un cierto bullicio de fieles intentando que todo estuviese perfectamente preparado para tan importante celebración.

Alrededor de un sacerdote se arremolinaba un nutrido grupo de personas y Ana decidió dirigir sus pasos hacia allí para saber qué ocurría. Se trataba del deán, que acababa de comenzar un breve recorrido para dar a conocer los elementos más destacados del edificio. Comenzó por la Puerta del Perdón, pues se trataba de la parte más antigua del templo, ya que, muy probablemente esta puerta, junto con el bello rosetón situado encima, habrían pertenecido a una iglesia anterior del siglo XIII, sobre la que posteriormente se construiría el resto del edificio. El arco de esta puerta era apuntado y estaba enmarcado por dos arquivoltas decoradas con motivos vegetales y pequeños rostros humanos. El rosetón, prácticamente idéntico al de la ermita de Santa María de Alarcos, estaba configurado por 19 rosetas de seis pétalos cada una.

El deán comentó a continuación que la actual estructura del templo correspondía al siglo XV, cuando se empezó a construir un edificio de planta basilical de una sola nave, cuyas obras finalizarían en el siglo XVI, creando un amplio y diáfano espacio idóneo para la celebración de importantes ceremonias religiosas y por ello las tres naves de la iglesia primitiva se redujeron a una sola y se elevaron los muros laterales para lograr mayor altura y con ello mayor sensación de amplitud.

Esta gran nave tenía unos 50 metros de longitud, 24 de altura y 18 de anchura y estaba dividida en cuatro tramos, separados por arcos apuntados, con excepción del último que estaba realizado con un arco carpanel. La cubierta de la nave se realizó con bóvedas de crucería, aunque destacaba un tramo intermedio cubierto con bóveda estrellada de terceletes. El ábside tiene forma poligonal de siete lados y este espacio habría estado iluminado en su origen por cinco grandes ventanales definidos por arcos ojivales, de los cuales tres habían quedado ocultos tras la construcción del retablo mayor, finalizado en 1616 y que, sin duda, constituye uno de los elementos más destacados del templo. Este retablo, obra de Giraldo de Merlo, está formado por un banco en el que se representan escenas de la pasión y tres cuerpos rematados por un calvario. Verticalmente cuenta con tres calles que albergan escenas de tema mariano, dejando en su zona central un destacado hueco para la exposición de la imagen de la Virgen del Prado. El deán finalizó sus comentarios indicando que en el siglo XVII se realizó el camarín de la Virgen para que pudiera ser contemplada desde el exterior por la noche y que la actual torre fue finalizada en 1825.

Terminada la improvisada visita, Ana le pidió a la Virgen que la criatura que estaba a punto de llegar al mundo naciera sana y tuviese la capacidad y la sensibilidad para saber valorar y defender el rico patrimonio cultural de nuestra tierra, como el que ella acababa de disfrutar en su recorrido por el templo catedralicio.