Dr. Luis Alberto Marín Morales / Traumatólogo Cofundador de MAETRA

El músculo piramidal, también llamado piriforme, y muy conocido por los Fisioterapeutas, se sitúa en la cara posterior del muslo, profundo en relación a los glúteos. Su espasmo o contractura brusca realiza un efecto compresivo sobre el nervio ciático y produce síntomas que simulan una ciática. Suele aparecer en pacientes con una alteración anatómica de la pelvis. Además, un 15% de la población presentan un piramidal con 2 vientres y el ciático pasa entre estos dos haces sufriendo en ocasiones un efecto guillotina que hacen aparecer los síntomas. La sintomatología habitual es una ciatalgia truncada (falsa ciática), es decir, un dolor profundo de la nalga que irradia por la cara posterior del muslo y que no suele sobrepasar el dolor por debajo de la rodilla. Además, nunca suele afectar a la zona lumbar. En ocasiones refieren parestesias, es decir, alteraciones de la sensibilidad. Suele aparecer cuando el paciente camina un tiempo prolongado o está mucho tiempo sentado.

A veces nos encontramos atrofia del glúteo pues está inervado por una rama del ciático. El paciente suele caminar en rotación externa (con el pie para afuera) para intentar compensar el espasmo del músculo. También nos dicen que tiene dolor en la parte lateral del sacro. Los pacientes nos refieren que suelen tener dificultad para cruzar las piernas. Es fundamental distinguir este síndrome de la verdadera ciática. En esta última la lesión radica en la zona lumbar por lo que suele haber síntomas en esa localización, y lo más importante suele llegar más allá de la rodilla, incluso hasta el pie. De ahí que el síndrome piramidal sea también conocido como Pseudociática. El diagnóstico del síndrome del músculo piramidal es fundamentalmente clínico, ya que no es frecuente obtener hallazgos definitivos en exploraciones complementarias de las que se disponen en la actualidad, aunque se han descrito casos con EMG y RMN positivas. Por ello, estas exploraciones complementarias sirven aquí más para descartar otras patologías (hernia discal lumbar, trocanteritis…) que para llegar al verdadero diagnóstico. El tratamiento es casi exclusivamente conservador, y debe comenzar con el uso de Fisioterapia junto a la administración de AINEs, siendo muy importante la reeducación de los hábitos negativos del paciente, que conllevan a veces la utilización de plantillas en caso de discrepancias de longitud o para tratamiento de las metatarsalgias. Dentro de las técnicas de terapia física, los estiramientos del músculo junto con los masajes locales, los ultrasonidos y la TENS consiguen la mejoría del cuadro doloroso en un porcentaje alto. En algunos casos se recurre a las infiltraciones, bien locales o incluso a nivel de la zona lumbar (intradural). La cirugía solo debe considerarse cuando fracasan los medios anteriores y consiste generalmente en seccionar el músculo piramidal y liberación del nervio ciático. Si la cirugía es efectiva, el alivio de los síntomas es inmediato, como ocurre en las liberaciones del túnel carpiano (nervio mediano).

En conclusión, una adecuada anamnesis y exploración clínica nos suele llevar al diagnóstico, que habitualmente responde al tratamiento conservador.