La ciudad de Turín es una de esas ciudades que no son turísticamente lo suficientemente conocidas y que sin embargo son un auténtico paraíso para el turista. El único inconveniente que tiene esta ciudad es que se encuentra en Italia por lo que no ha logrado ganarse la fama que se merece, lógicamente por la competencia que existe en este país el cual es todo él un auténtico museo. Pero solo en Turín hay más que ver que en muchos países enteros.

Torino (Turín en español y en piemontese) se encuentra en el norte de Italia, a una hora y media en tren desde Milán, y es en tamaño la cuarta ciudad italiana, tras Roma, Milán, y Nápoles. Fue la primera capital de Italia entre 1861 y 1865, y cuna de las empresas italianas tan famosas, como Fiat, Lacia, la Martini&Rossi, o Kappa, entre otras.

Son numerosas las visitas posibles ya que son cientos los lugares de interés que ofrece esta bella ciudad, por lo que recomendaremos los dos o tres lugres de visita obligatoria, entre ellos el Museo Egipcio, algo lógicamente que nada tiene que ver con la cultura italiana pero que ahí está.

Ubicado en Via Accademia delle Scienze, el Museo Egipcio de Turín es motivo más que suficiente para justificar un viaje a la ciudad, además de estar considerado como el segundo museo egipcio más importante del mundo, después del que se ubica en El Cairo. La colección que podemos encontrar en sus salas está compuesta por más de 3.000 piezas expuestas, aunque son más de 26.000 las que están guardadas en sus almacenes. En el precio de la entrada se incluye una audioguía, imprescindible si queremos conocer un poco en profundidad las piezas que se exponen. Se puede escoger entre un recorrido de una hora, que nos guía por las piezas más importantes u otro de dos horas, que es el recorrido más completo.

Terminada esta visita podemos desplazarnos hasta la Plaza Castello donde se encuentra el Palacio Real y el Palacio Madama, dos de los lugares más visitados de Turín. El Palazzo Madama es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad en el que destaca su fachada barroca y su fachada medieval, unidas en una misma estructura. Es recomendable visitarlos por dentro, lo que llevará otras dos horas.

A su lado se encuentra la Catedral, donde se guarda la Sábana Santa, también conocida como el Sudario de Turín. La entrada es gratuita y la sala donde se guarda la Sábana Santa se encuentra al lado del altar.

De nuevo en la calle es de visita obligada la Piazza San Carlo, una de las plazas más importantes de la ciudad y el núcleo de conciertos, manifestaciones y cualquier otro de los muchos actos que se celebran en la ciudad.

Turín también tiene su historia “romana” y de ella queda su Porta Palatina o Porta Principalis Sinistra. Construida en del siglo I d. C. está formada por dos torres de 16 lados y antiguamente fue guardiana de una de las extremidades del “cardo massimo” una de las dos calles principales de la planta romana de la ciudad. De ella salen cuatro pasajes: dos más grandes para los carros y dos más pequeños para los peatones; todos protegidos por puertas metálicas que se pueden maniobrar desde los pisos superiores.

La Mole Antonelliana

La Mole Antonelliana es el edificio más emblemático de Turín. Concebida originalmente para albergar la primera sinagoga de la ciudad, su construcción comenzó en 1863, pero seis años después fue abandonada precipitadamente debido a las malas relaciones entre su arquitecto, Alessandro Antonelli, y la comunidad judía, que financiaba el proyecto.

Tras ser adquirida por el Ayuntamiento fue terminada en el año 1889, alcanzando una altura final de 167,5 metros y convirtiéndose así en el edificio más alto de Italia. Desde el año 2000 alberga el Museo Nacional del Cine, uno de los más importantes de Europa y parada obligada para todo aquel que pase por Turín. La visita propone un divertido repaso a la historia del séptimo arte, haciendo hincapié, como no podía ser de otra manera, en el cine italiano. El recorrido, pensado para fomentar la participación del público, está compuesto por cinco pisos con diversas exposiciones, salas de proyección y originales actividades interactivas.

Pero sin duda, la estrella del museo es el ascensor de cristal que atraviesa el edificio por su parte central y lleva a los visitantes hasta lo alto de la torre. Desde allí se disfruta de la mejor panorámica de la ciudad. Visitas de martes a domingo de 9 a 20 horas, excepto los sábados hasta las 23 horas. Entrada 7 euros. El ascensor se paga aparte.