Treinta y seis años al frente de la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (Afammer) dan para mucho. En el terreno más personal, Carmen Quintanilla Barba asegura que desde que comenzó con la asociación, en 1982, recorriendo los pueblos de Ciudad Real  “no he perdido la ilusión ni un solo día de mi vida”.

En una visita reciente a las instalaciones de la Revista Ayer&hoy, la presidenta de Afammer se siente con mucha ilusión, ganas y proyectos para continuar en la lucha por la igualdad real de las mujeres rurales. Echando la vista atrás, Quintanilla siente la satisfacción del trabajo bien hecho a favor de la igualdad y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, “he sido y soy una mujer comprometida con la sociedad, cuando empezamos fue preciso cambiar todo el cuerpo legislativo acorde con la Constitución Española de 1978 para poder decir que ningún texto legislativo vulneraba los derechos humanos de las mujeres; además tampoco se hablaba entonces de derecho a la igualdad”. Continúa diciendo: “Personalmente hubo momentos duros también por la conciliación profesional y personal pero afortunadamente pude ‘comprar tiempo’ gracias a mi puesto de trabajo para que alguien cuidara de mis hijos, de los que me siento tremendamente orgullosa”.

El presente y futuro no son para ella menos ilusionantes, “tenemos muchas tareas pendientes en Afammer, la igualdad real no se ha conseguido y queda un largo camino por recorrer, por lo que seguiré hasta tanto en cuanto las presidentas de Afammer decidan que ha llegado el relevo generacional”. Entre otros retos, Carmen Quintanilla habla de continuar luchando para que la lacra de la violencia de género desaparezca de la vida de las mujeres, especialmente de la mujer rural; de conseguir mayores cotas de liderazgo, empoderamiento y emprendimiento; establecer una nueva estrategia en política agraria para que la mujer esté presente igual que el hombre en el campo, etc.

Para Quintanilla, Afammer, su proyecto de vida construido ladrillo a ladrillo y día tras día en el que se ha conseguido romper el silencio y dar visibilidad a la mujer rural de España, es muy satisfactorio, “nadie entendía cuando empecé que una chica de provincias, con un puesto de funcionaria y con un niño de 3 años se fuera de pueblo en pueblo con su coche dando charlas sobre la relevancia de la mujer rural como mantenedora de la vida de los pueblos. Hoy la sociedad, hombres y mujeres, me paran para agradecerme esa labor, de haber conseguido hablar de la mujer rural en mayúsculas, eso me llena de orgullo y también de cariño, gracias también a todas las mujeres de Afammer que entendieron que era posible otra sociedad rural”, concluye.