Melquiades

Manuel Ángel Peña Díaz del Campo y Luís Santos Peña Loro, primos y dueños actuales de la tienda

La tienda es pequeña. En su fachada encontramos el hueco de dos puertas gemelas y, entre ambas, un pequeño escaparate central que hace juego con las mismas. Su imagen nos lleva a pensar en los años 60 del siglo XX. Sobre ellas un luminoso de hace 30 años con la siguiente leyenda en rojo, azul y rojo: Tejidos Peña Confecciones. Dentro, un mostrador sencillo a lo largo de toda la pared, la cual está revestida de estanterías de madera. El suelo, sin embargo, llama la atención. No encaja con el resto, es mucho más antiguo. Después sabremos que tiene más de 100 años, está montado con baldosas hidráulicas, y nació con la misma tienda. Esta se encuentra en la calle Fontecha, una calle peatonal que se une a una esquina de la Plaza Mayor de Daimiel. Y allí nos encontramos con Manuel Ángel Peña Díaz del Campo y Luís Santos Peña Loro. Ambos son primos y los actuales dueños de Tejidos Peña Confecciones, un establecimiento que ha superado con creces los 100 años de existencia, pues se sabe que, al menos desde 1907, hay documentación escrita en Daimiel sobre su fundador, el burgalés Melquiades Cano y Cano, tío del abuelo de los actuales dueños, los cuales son ya la 4ª generación de este negocio familiar.

Melquiades, el fundador, junto con su sobrino, Manuel Peña Cano, procedía de una aldea llamada San Pelayo, la cual  se encuentra en los límites de Cantabria y cerca de Espinosa de Los Monteros, en Burgos.

La tienda tomó inicialmente el nombre del fundador, “Melquiades”, y así se la ha llegado a conocer popularmente hasta el día de hoy. Cuando Melquiades muere, en mayo de 1926, la tienda pasa definitivamente a manos de su sobrino, Manuel Peña, y a denominarse oficialmente como “Sobrino de Melquiades Cano”. Este, con el tiempo, tiene dos hijos, Juan y Manuel Peña Lara, los cuales trabajan junto a él codo con codo y toman el relevo cuando él se jubila, en los años 70.

Melquiades, Tejidos Peña ConfeccionesComo lógicamente se desprende del propio nombre de la tienda, el objeto de la misma a lo largo de estos más de 100 años, ha sido la venta de toda clase de tejidos con los que confeccionar las más diversas prendas de vestir, ya que a principios del siglo XX prácticamente toda la ropa se hacía artesanalmente, especialmente en las pequeñas poblaciones, desde los calcetines a las camisas, trajes, ropa interior, americanas, pantalones, blusas…, y tanto para hombre como para mujer. Después, con el paso del tiempo, se fueron añadiendo prendas confeccionadas para el trabajo, caso de los monos y pantalones de tejidos especiales, así como americanas, algunas de las cuales todavía se encuentran en la trastienda, pues el cliente no llegó a pasar a recogerlas.

Según algunas facturas fechadas emitidas por “Sobrino de Melquiades Cano” en los meses de abril y de octubre de 1931, a nombre de Enrique Moreno, a este se le había servido ½ pieza de tela blanca por 15 pesetas; 4 metros de franela estampada por 7 pesetas; 1 metro de delantal azul por 1,75 pesetas; 2 camisetas de niño, de felpa, por 4,50 pesetas; 6 pañuelos de jarretín de caballero por 5 pesetas; 1 toquilla infantil por 11 pesetas; 2 pares de medias de hilo por 5,10 pesetas y ½ pieza de vichy orillo verde.

Esta relación nos puede dar una ligera idea tanto de la oferta de artículos como de los precios de lo mismo. Eso sí, el valor del dinero hace casi 90 años en nada equivalía a la actualidad, al igual que tampoco pueden compararse los productos.

El género del establecimiento estaba dirigido a toda clase de público, pero especialmente a la clase media y baja, por lo que a este establecimiento en una época se le llegó a conocer popularmente, sobre todo con motivo de la guerra civil y de la postguerra, como “el comercio de los pobres”, pues gran cantidad de lo que se vendía se hacía “fiado”, a crédito. Pero no un crédito como el actual, con un recargo en el precio, sino al contrario, pagando cuando podían y en las cantidades que en cada momento les fuese más sencillo de desembolsar. En realidad era una forma de venta tradicional que se conocía como “dar facilidades”, lo que por otra parte hacía nacer una gratitud del cliente hacía quien veía más como un amigo que no como un comerciante.

Cartilla del Sindicato Nacional Textil

Exterior e interior de la cartilla “obligatoria” del Sindicato Nacional Textil en el año 1942, que permitía mantener el negocio.

Aquí los actuales dueños nos narran una curiosa anécdota sobre una persona de fuera de Daimiel, desconocida para ellos, que, hace unos 25 años, se presentó en la tienda para abonar una deuda de 5.000 pesetas que había contraído con su abuelo. Por mucho que se investigó en los libros, no se logró localizar. Esa deuda nadie la recordaba ni la había apuntado. Por tanto no se la querían cobrar. Sin embargo el señor insistió en que la deuda era real y la abonó, dando las gracias por haber esperado tanto tiempo sin reclamársela y marchándose sin darse a conocer. Un importante detalle en la historia de esta tienda, es la guerra civil, pues durante los tres años del conflicto los republicanos, según contaba el abuelo de los actuales dueños, realizaron un auténtico saqueo de los géneros existentes, lo que no cambió en nada en la época de postguerra con la llegada de los vencedores. “Los dos bandos se aprovecharon por igual de aquello que más les interesaba, así que a ninguno de los dos les tuvo que estar reconocido. Se portaron muy mal los dos bandos”, nos cuentan sus nietos mientras nos muestran la cartilla “obligatoria” del Sindicato Nacional Textil en el año 1942, una de las varias fórmulas que el nuevo régimen utilizaba para realizar el control político de cualquier actividad, por natural que esta pudiese parecer. O de otra forma: o te afiliabas o no podías tener una tienda, entre otras cosas porque no conseguías mercancía para vender. En la cartilla de afiliación que reproducimos puede verse cómo esta estaba a nombre de la empresa “Sobrino de Melquiades Cano”, en lugar de estar a nombre de la persona física, Manuel Peña Cano, que era el dueño de la empresa.

Por otra parte en postguerra muchas de las prendas se pagaban en especie, pues a falta de dinero era más fácil abonar la compra con intercambio de productos, sobre todo cuando muchos de estos se conseguían en el mercado negro, lo que en España siempre se ha conocido como “estraperlo”, única forma de sobrevivir de miles de personas en una de las épocas más negras y duras de toda la historia de España.

Es importante destacar que esta tienda, pese a los años duros, a la falta de dinero, a la pobreza que en general invadió a la sociedad española durante los años 40 y 50, nunca tuvo problemas para mantenerse y, sin hacerse ricos, siempre fueron capaces de sobrevivir dignamente y, a la vez, contribuir a que muchos miles de daimieleños lo hiciesen también. Ni las peores crisis han conseguido doblegar a este centenario negocio familiar. De hecho en ciertas épocas ha contado con empleados a los cuales nunca se les despidió.

Detalle del piso original de Melquiades

Detalle del piso original con más de 100 años

En cuanto al producto ofertado, este se mantiene durante decenios en la misma línea, principalmente piezas de tela de corte,  y sólo cuando la sociedad española empieza a evolucionar se van incorporando nuevas ofertas, especialmente desde que, hace 32 años, nace, con los actuales dueños, Tejidos Peña Confecciones. El salto real se da cuando se sustituyen las telas por piezas que llegan ya totalmente confeccionadas.

Sin embargo sí se da una particularidad en esta centenaria tienda, y es que se da un servicio completo de todo lo relacionado con la vestimenta propia de las cofradías de Semana Santa, de forma que una persona puede salir de este establecimiento completamente equipada para “incorporarse directamente a la procesión”, pues se oferta tanto la tela como el resto de los complementos. Y, si no, que se lo pregunten a los 5.000 cofrades de Los Moraos.

Ahora sus estantes se encuentran repletos de sábanas confeccionadas, bolsas, albornoces, toallas y cortinas, otra de la gran especialización del negocio, pero de acuerdo con las últimas marcas internacionales cuyos más recientes catálogos, los mismos que se manejan en las más elitistas tiendas de Madrid, se pueden ver sobre este mostrador que nos traslada, como muy poco, a más de 50 años atrás mientras pisamos unas baldosas que se fabricaron hace casi 116 años.

Texto y fotos: Ayer&hoy