El Arte en la fotografía de estudio

El 7 de agosto de 1938, en plena guerra civil, nacía en Ciudad Real Inocente Fernández Gallardo quien, apenas dos años después, perdería a su padre. De familia humilde quedó inmediatamente condenado, como cientos de miles de niños en aquella España de postguerra, a una vida difícil de pura supervivencia que, como compensación, le aportó un carácter trabajador que, unido a su intuición e iniciativa, le serviría muchos años después para convertirse en uno de los fotógrafos más reconocidos de la capital cuando fundó su propia empresa: Foto Iferga. Ya a los nueve años trabajaba, para ayudar a su madre a sacar la familia adelante, elaborando cordeles de esparto con un salario de 1 peseta a la semana cuando un kilo de pan (la comida diaria para cuatro personas) costaba 5 pesetas. Posteriormente trabajó, durante unos tres años, en el campo con unos familiares que lo habían acogido, los cuales le despidieron por “irse a ver la procesión de Viernes Santo”.

Recibiendo un cuadro de la Santa Cena, de manos del presidente de la Hermandad, en el año 1993

Recibiendo un cuadro de la Santa Cena, de manos del presidente de la Hermandad, en el año 1993

En esta situación de semidesamparo un vecino carpintero lo acoge en su taller para lijar la madera y allí permanece poco más de un año, pues cae enfermo y ha de trasladarse a un sanatorio de Jaén en el que permanece durante dos años mientras se recupera lentamente. Debilitado vuelve a Ciudad Real, con 18 años, en donde busca un trabajo que no exija esfuerzo físico. La suerte, de la mano de su amigo Antonio Ruda, le conduce al estudio fotográfico de Eduardo Matos, entonces el fotógrafo más famoso de Ciudad Real, el cual, por otra parte, tenía una gran historia detrás y que merece su propio reportaje  tanto por sus andanzas en Madrid y Barcelona antes de la guerra civil como por su asentamiento posterior en nuestra capital.

Inocente, pues, entra en el mundo de la fotografía en el año 1956 para hacer de todo, especialmente retoque, quedándose con este puesto definitivo al quedar vacante un tiempo después. Poco a poco va haciéndose con todo el proceso y termina encargándose prácticamente de todo y sustituyendo a Matos en todos los trabajos del estudio con excepción del de laboratorio. De esta forma llega a dominar por completo el arte de la fotografía de estudio siendo él quien realizaba todos los trabajos del proceso incluyendo el retoque final.

Este periodo de aprendizaje duró unos 16 años hasta que se le presentó la oportunidad que todo artista sueña: tener su propio estudio. Y esta llegó con el traspaso, en el año 1970, de Foto Cañadas, situado en un piso de la calle Postas nº 3 que aprovecha Inocente para montar su propia empresa, Foto Iferga, nombre preveniente del acróstico de su nombre y apellidos, I-FER-GA.

Hoy, 47 años después, es su hijo José Manuel Fernández Rodríguez quien se encuentra al frente de este estudio de fotografía que está muy cerca de llegar a sus bodas de oro.

Inocente (en el centro) junto a Eduardo Matos (con traje) en el domicilio de este compartiendo una comida

Inocente (en el centro) junto a Eduardo Matos (con traje) en el domicilio de este compartiendo una comida

“La fotografía de entonces era distinta en cuanto a las técnicas, pero no tanto en cuanto al contenido. Se trataba de hacer pocas fotos para que saliese una muy buena; era una fotografía muy artesana, porque la tecnología puede cambiar, avanzar mucho en el tiempo, pero el fotógrafo siempre ha de dominar la luz que es la materia prima con la que trabaja. La técnica antigua exigía que a la hora de disparar se fuese muy fino. La foto había que retocarla a mano, con lapicero, en la placa de cristal (no cliché), añadiendo o quitando pelo, eliminando manchas o brillos…, lo que hoy se hace digitalmente entonces se hacía a mano”, comenta José Manuel para explicar todo aquello que él vio hacer, desde muy niño, a su padre.

El estudio original de Postas número 3, que en la actualidad está en el número 8,  contaba con tienda y el estudio con sus focos, cámaras y fondos, además de  un laboratorio en blanco y negro, aunque posteriormente se montó otro en color.

Pero Inocente era mucho más que un fotógrafo de estudio. Fue un artista que dejó miles de trabajos hechos con tanta profesionalidad como arte y amor a la imagen. “No es difícil hacer una fotografía, pero sí que es un arte componerla, darle el retoque para conseguir eso que tú quieres ver. Lo justo. Para eso tienes que pensar antes lo que quieres que te salga, y lo difícil es conseguir ese objetivo ya pensado”, confesaba Inocente en una entrevista concedida a Onda Cero el 23 de abril de 1993, cinco años antes de su fallecimiento en 1998, y que recoge el libro editado en 2014 por Teodoro Rodríguez González del cual hemos sacado parte de la información para elaborar este reportaje.

“Me gusta detenerme ante lo desconocido y recrearme en los más íntimos detalles. Aprendiz de poeta hago poesía todo cuanto veo y lo retrato, no con la frialdad de lo perfecto, sino con el encanto de lo bello, viejo y emotivo”, afirmaba Inocente y así lo reproduce José Luis Loarce en su reseña sobre el fotógrafo para el libro antes mencionado en el cual se muestran muchas de las imágenes tomadas por Inocente en los más recónditos rincones de Ciudad Real.

Los tres profesionales de Iferga en la actualidad, Gonzalo, Mª del Prado y José Manuel, hijo de Inocente

Los tres profesionales de Iferga en la actualidad, Gonzalo, Mª del Prado y José Manuel, hijo de Inocente

“La  tecnología con la que contaba Fotos Iferga era lo mejor que el mercado ofrecía a los profesionales, tanto en cámaras como en placas o películas, y sólo un buen fotógrafo era capaz de sacarle su máximo rendimiento. Al principio se trabajaba con una placa de cristal de la cual se sacaba el positivo. Posteriormente surgió el carrete de película, tanto el universal para aficionados, como el de profesionales, este de mayor tamaño en busca de mejores calidades. El de aficionado era de paso universal, y el de los profesionales era un carrete de mayores dimensiones de 4 x6, 6 x 6, ó 6 x 9. Hoy cualquier aficionado puede manejar tecnología profesional”, nos comenta José Manuel, el cual sustituyó a su padre en el estudio cuando falleció, ya que sus dos hermanas no eligieron la fotografía como medio de vida.

Con respecto a los clientes que el estudio tenía en los años 70 eran los clásicos, algo que, aunque parezca mentira, todavía no ha cambiado: reportajes de boda, de bautizo y fotos de estudio de primera comunión. Lo que al parecer sí ha desaparecido, incluso ya en los años 70 y 80, eran las fotos familiares de padres y abuelos junto a sus hijos.

José Manuel Fernández, el hijo sucesor de Inocente, tiene hoy 46 años y vivió toda su infancia entre focos y cámaras. Sin abandonar los estudios ayudaba a su padre a la vez que aprendía el oficio. Recuerda que su primer trabajo fue poner el sello del estudio en la parte posterior de las fotos. Hoy, más de 30 años después de sus primeros pinitos, reconoce que como profesional lo que más le gusta es que el cliente quede convencido de que la foto que le entregan es la imagen que él buscaba. Que ese recuerdo sea una elaboración del fotógrafo.

“El arte está en que hay que hacer coincidir en una imagen la idea que tiene el cliente con la que realmente ve el fotógrafo, que muchas veces no son la misma. Fundir ambas y que fotógrafo y cliente queden satisfechos es el arte de la fotografía de estudio. Esto se produce gracias a la experiencia, el arte innato del fotógrafo, su profesionalidad y un poco de psicología”, termina afirmando José Manuel Fernández, el cual ya ha comprado una cámara a su hija, que sólo tiene tres años, con el fin de que no se pierda la tradición familiar. Por lo que no será nada raro que Foto Iferga siga ofreciendo sus servicios en Ciudad Real dentro de otros 50 años, allá por el año 2067.

Texto: Ayer&hoy

Fotos: Iferga