Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia.

La monarquía visigoda era de carácter electivo, circunstancia que no contribuyó a consolidar el poder real, que siempre estuvo muy condicionado por los intereses de las principales familias nobiliarias, que luchaban por controlar tanto la elección del monarca como sus decisiones una vez asentado en el trono. Esta debilidad se expresa con claridad si recordamos que de los 34 monarcas visigodos, 10 fueron asesinados y 7 fueron destronados. La inestabilidad alcanzó su punto más crítico cuando a comienzos del siglo VIII se enfrentaron los partidarios del rey Rodrigo con los de Akila, hijo del anterior rey, Witiza, situación que sería aprovechada por los musulmanes asentados en el norte de África para acceder a la Península.

Vista de Calatrava la Vieja, primer asentamiento árabe en nuestra provincia. (WIKIPEDIA)

Akila solicitó ayuda a Muza, gobernador musulmán del norte de África, quien envió unas tropas, al frente de las cuales se encontraba Tariq, quien, tras derrotar a Rodrigo en la batalla de Guadalete (711), decidió ocupar el territorio peninsular, que, ante la escasa resistencia ofrecida por parte de los visigodos, en unos cinco años pasaría casi totalmente a manos musulmanas. Cuando Tariq atravesó nuestras tierras provinciales para dirigirse a Toledo, apenas encontró oposición, lo cual parece avalar el escaso poblamiento de esta zona. Los invasores islámicos no fueron muy numerosos y entre ellos destacaron dos contingentes: el más amplio estaba constituido por los bereberes norteafricanos y el menos numeroso estaba formado por tropas de origen árabe. Muchos de los hispano-godos se adaptaron sin gran dificultad a esta nueva situación, convirtiéndose a la nueva fe del Islam, pasando a ser denominados muladíes.

Las tierras que actualmente conforman la provincia de Ciudad Real también sufrieron las consecuencias de estos cambios, aunque probablemente la repercusión fue algo menor que en otros territorios peninsulares, ya que en aquellos momentos, como hemos comentado, no era una zona muy poblada. Una vez finalizado el proceso de conquista, los musulmanes dividieron la Península Ibérica, a la que denominaron Al Andalus, en una serie de provincias o coras. La mayor parte del actual territorio de la provincia de Ciudad Real dependió de la cora de Toledo, aunque la zona del sudoeste provincial, que se corresponde con el valle de Alcudia, dependería de la cora de Fahs al-Ballut o Campo de las Bellotas.

La mayor parte de la población musulmana que se asentó en nuestro territorio era de origen bereber, ya que tras la conquista los árabes se quedaron con las tierras peninsulares más fértiles y a los bereberes les correspondieron las zonas menos atractivas, y entre las tribus bereberes que se asentaron en el curso alto y medio del Guadiana podemos mencionar algunas como los Zanata, Baranis, Masmuda y Luwata. A la llegada de los musulmanes a nuestras tierras, el núcleo de población más importante era Oreto (Granátula de Calatrava), que iría perdiendo paulatinamente protagonismo frente a la principal fundación que realizaron los musulmanes en nuestro ámbito provincial: Calatrava o Qalat Rabah (Carrión de Calatrava), que se situaría junto a un vado del río Guadiana y que se convertiría en el principal núcleo de población entre Toledo y Córdoba, de hecho, el desarrollo histórico de Calatrava estará vinculado, en gran medida, a las disputas que frecuentemente se producirán entre los gobernantes cordobeses y toledanos.

Izq.: Grabado del siglo XIX que representa la batalla de Guadalete. Dcha.: Mapa de la península Ibérica que muestra la conquista del reino visigodo por parte de los árabes.

Calatrava se sitúa sobre un pequeño promontorio en la margen izquierda del río Guadiana, desde el que se puede controlar un amplio territorio entre los Montes de Toledo y Sierra Morena. Aunque empezó siendo un núcleo pequeño, poco a poco fue adquiriendo mayor relevancia, sobre todo a costa de Oreto. La fundación de Calatrava probablemente haya que situarla en la época del emirato independiente, que se inicia a partir del 756, cuando se produce la llegada a Al Andalus del omeya Abd al-Rahman I, quien sabrá aprovechar la privilegiada situación de este enclave para consolidar su poder. De hecho, la primera mención que aparece en las fuentes documentales sobre Calatrava hace referencia a la persecución que contra el rebelde toledano, Abu al-Aswad, llevó a cabo en el 785 el emir Abd al-Rahman I hasta esta fortaleza.