Más de cien años “dando la lata” y cortando el bacalao” en “El Puerto

Alfonso Moreno de la Santa tiene 77 años, es un enamorado del mar, un gran profesional en el sector de los agentes comerciales, y un hombre cargado de ironía y buen humor, algo que heredó de su padre, Augusto Moreno de la Santa. Por eso nada tiene de extraño que para celebrar el 100 aniversario de la llegada y asentamiento definitivo de los Moreno de la Santa en Ciudad Real, pues son oriundos de Daimiel, esta familia que ahora va por la tercera
generación, editase en 2014 un cartel en el que se podía leer: “Moreno de la Santa, 100 años dando la lata y partiendo el bacalao”.

Naturalmente quienes llevan años transitando por el Pasaje Gutiérrez Ortega saben, y recuerdan, de los carteles que allí se han encontrado adornando los escaparates de El Puerto. Dichos carteles siempre han mostrado pensamientos filosóficos o frases famosas que, a la vez de hacer sonreír al viandante, le han hecho reflexionar.

Alfonso Moreno en plena navegación

Alfonso Moreno en plena navegación

Durante años en dichos escaparates se mostraron un sinfín de motivos marineros, entre ellos maquetas de todo tipo de barcos, paneles con nudos e insignias marineras, banderas de señales, fotografías y también, casi como un adorno más, pilas de latas de pescado en conserva. Porque al fin y al cabo, todo este montaje, no era sino la parte más llamativa de una oficina en la que se trabajaba muy duramente, ejerciendo de agente comercial libre, representando a importantes marcas de conservas de pescado para su venta a mayoristas. Una oficina que todavía sigue en la brecha aunque ahora en la parte baja de la misma, ya que son dos pisos, se comercializa ropa de deporte.

Pero debemos remontarnos al año 1914 cuando Augusto Moreno de la Santa, agente comercial de profesión, especialmente dedicado a la venta de bacalao, se traslada a vivir a la capital. Tenía 19 años y en aquel momento era el representante para nuestra provincia de la empresa PYSBE con sedes en San Sebastián y El Ferrol, en su momento empresa pionera en la elaboración y comercialización del bacalao, y también la más importante de España. Es necesario que destaquemos la importancia que el bacalao, seco y salado, tenía entonces en la alimentación de los españoles, especialmente de los de tierra adentro, siendo el único pescado que se consumía en cantidad suficiente y que, además, mantenía unos precios muy asequibles. Por eso no debe resultarnos extraño que este alimento se comprase y vendiese por vagones (de tren, que a finales del siglo XIX y primer tercio del XX era una auténtica medida de peso, equivalente a 10.000 kilogramos), y que las fábricas diesen a sus agentes cupos de venta y estos tuviesen, a su vez, una selecta lista de clientes que residían en poblaciones tan distantes como Almadén, Puertollano o Alcázar.

La ganancia de Augusto era siempre una comisión que era el 1% del precio de venta total, lo cual le permitía obtener buenos beneficios, pero dado que el producto era muy barato, no daba para hacerse rico. A veces la demanda era tan grande que superaba con mucho el cupo que la fábrica había asignado a Augusto, por lo que este tenía que buscarse la vida adquiriendo cupos de fuera, como en el caso en el que el agente comercial de Linares le cedió 100 vagones de los que a él le correspondían. Y eso a pesar de que Andalucía era el mayor consumidor de bacalao seco de toda España.

Así fueron transcurriendo los años de Augusto, naciendo sus hijos y representando cada vez más marcas de conservas de pescado, sobre todo de chicharrillo, sardinas y atún. Eso sí, sin tocar nunca la mercancía. Ya fuesen vagones o camiones, los pedidos fueron siempre, y siguen yendo, salvo raras excepciones en tiempos pasados en los que algunos lotes de latas se repartían mediante carretillas, de la fábrica al vendedor.

Como nota curiosa debemos apuntar que Augusto se dedicó también a la venta y representación de motores, como ha quedado constancia en algunos anuncios aparecidos en la prensa de los años 20 y 30.

En 1940 nace Alfonso, la segunda generación de esta empresa familiar siendo, el más pequeño de once hermanos de los que sobreviven nueve, el cual, desde los 10 años, empieza a interesarse por el negocio de su padre, lo que no ocurre con los otros, los cuales van buscando salidas profesionales diferentes a la de agente comercial. El negocio le atrae, así como todo lo que huele a mar, y empieza a sentir nostalgia de los barcos y los puertos que en realidad sólo conoce a través de lo que le cuentan o lee.

Años después a su oficina le pondría el nombre de El Puerto, a la vez que colocaba una placa, imitando la de los nombres de las calles, con el nombre de Paseo Marítimo al pasaje Gutiérrez Ortega, lo que le llevó a tener más de un conflicto con el Ayuntamiento. Además termina llenando su oficina de motivos y regalos marineros que los fabricantes de conservas le van haciendo cuando les visita, algo que hace de forma continua.

Representantes de la empresa PYSBE en los años 40. En el centro de laúltima fila, señalado con una flecha, Augusto Moreno de la Santa

Representantes de la empresa PYSBE en los años 40. En el centro de laúltima fila, señalado con una flecha, Augusto Moreno de la Santa

Así, al lado de su padre, va aprendiendo todos los trucos del oficio mientras pasa el tiempo, hasta llegar a finales de los años 50 cuando su padre se va deteriorando físicamente de forma que Alfonso se hace imprescindible para el negocio. Por eso, en cuanto tiene la edad, pide irse voluntario a “la mili” para poderse quedar en Ciudad Real. Es a partir de ese momento, en los primeros años 60, cuando se empieza a hacer con las riendas del negocio, ya que su padre termina falleciendo en 1966.

Desde ese momento toda la actividad comercial queda en sus manos y él la va adaptando a la evolución de los tiempos: cambia el tipo de cliente y sobre todo los productos. El bacalao termina por desaparecer, al duplicarse en precio de un año para otro, y se centra en importante marcas de conservas.

Los años 80 y 90 fueron años de gran crecimiento, se vende a grandes comercios, mayoristas y grandes almacenes, siendo uno de sus principales clientes Gregorio Díaz Miguel de Alcázar de San Juan o los economatos de Empetrol de Puertollano.

Pero si se ha de hablar de nombres es obligatorio hablar de una marca, y esta es Cortizo. No sólo por la calidad de sus productos, sino por la vinculación personal que une a Alfonso Moreno con el empresario elaborador de dicha marca, gracias al cual ha podido conocer un mundo al que de otra forma jamás hubiera podido acceder: el del mar, de la navegación y de los viajes en barco. Se trata de un empresario del aluminio que, casi por amor al arte, decidió montar la fábrica de conservas, pues su único interés es que a través de esta marca, Cortizo, su nombre perdure en el tiempo, algo que no ocurrirá si fabricase sólo perfiles de aluminio. Cortizo nació hace 30 años y desde el primer momento Alfonso fue su agente en nuestra provincia.

Su padre, Augusto, “pilotando” un modelo Hispano-Suiza en los años 20

Su padre, Augusto, “pilotando” un modelo Hispano-Suiza en los años 20

Pero volvamos un poco al principio, a esa ironía y sentido del humor que Alfonso ha sabido trasmitir a través de sus carteles o de ese mundo fantástico, y no por ello menos real, que quedó plasmado en su proyecto de estatua del Quijote, de más de 225 metros de altura, diseñada en colaboración con nuestro colaborador Miguel Alberdi Bellón y con Antonio Mateo Tapiador, un proyecto de hace más de 20 años que dejaría en pañales a la estatua de la Libertad y sobre la que han recibido puntual información reyes, presidentes y empresarios de todo el mundo, aunque de momento nadie se ha sentido con fuerzas para ponerse manos a la obra en dicho proyecto.

Finalmente queremos mencionar que El Puerto, especializado en conservas de pescado artesanal (hechas a mano), con aparcamiento en 100 kilómetros a la redondo (donde cada uno pueda), línea telefónica con todos los puertos del mundo (pues hoy desde una línea convencional puede llamarse a donde uno quiera) y en el que se hablan todos los idiomas (por señas) ha quedado en manos de la tercera generación, Alfonso Moreno de la Santa Jr., el cual sin duda mantendrá tanto la calidad de su producto como de su trato humano e irónico ante la vida que ha caracterizado las dos generaciones anteriores.

Texto: Ayer&hoy
Fotos: Ayer&hoy y El Puerto